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Los límites del poder

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No lo olvide presidente Lasso. Algunos de sus antecesores no lo tuvieron claro.

Son múltiples las lecturas que se pueden hacer del último proceso electoral, donde hubo un claro e indiscutible vencedor. Desde el origen regional de la votación, los cambios en la composición demográfica del país, sus concepciones sobre temas sociales y políticas económicas, entre otras. Lo que sí queda claro es que se decidió también entre dos modelos de entender el poder y la autoridad.

Si la autoridad surge de la ley, el poder permite ejercerla. Sin embargo, siempre hay límites. Por un lado, un modelo de Estado sustentado en el abuso del poder y de la autoridad, donde se pensó que gobierno, gobernante, partido y Estado eran uno e indivisible y, por otro, el planteamiento de una plataforma de gobierno dentro de los límites que la ley otorga al ejercicio del poder. Eso es lo que se eligió y eso es lo que se espera para los próximos cuatro años.

En 1887 el historiador católico británico John Emerich Edward Dalkberg Acton, más conocido como Lord Acton, en una carta dirigida al obispo Mandell Creighton escribió: “Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta frase, conocida como ‘dictum’ de Acton, se suele aplicar a la falta de control sobre casos de corrupción en ámbitos públicos. Resulta significativo que, en una reciente declaración, Guillermo Lasso haya indicado que ante un acto de corrupción de alguien de su gobierno sería el primero en denunciarlo. Esperamos que eso signifique que ya pasó la época de poner la mano en el fuego por cualquier colaborador y luego salir quemado.

Se dice que en la Antigua Roma, cuando un general desfilaba victorioso luego de alcanzar un importante triunfo militar, iba tras él un siervo que continuamente le recordaba al oído su naturaleza humana y la necesidad de impedir la soberbia del poder que podía ir más allá del respeto a la ley. La frase era: “Memento mori ¡Respice post te! ¡Hominem te esse memento!”; es decir, “Recuerda que vas a morir ¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre (no un dios)”. No lo olvide presidente Lasso. Algunos de sus antecesores no lo tuvieron claro.