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Carlos Alfonso Martínez | Seguridad: ¿solo para los funcionarios?

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¿Perciben ellos la realidad del país desde su burbuja blindada?

El otro día tuve una acalorada discusión sobre la alarmante situación de la seguridad en Ecuador. Como lector de toda la vida del Diario EXTRA, he crecido viendo las páginas de la crónica roja inundadas de historias de violencia. En cierto modo, me acostumbré. Me parecía casi normal que en un país del tercer mundo como el nuestro, los crímenes violentos fueran parte del paisaje cotidiano.

Pero lo de este 2025 ya no tiene precedentes. Solo en el primer semestre del año se han registrado más de 4.550 muertes violentas, un 45 % más que en el mismo período de 2024, según cifras del propio Ministerio del Interior. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Recordemos que el presidente Daniel Noboa asumió el poder en noviembre de 2023 con su ambicioso Plan Fénix bajo el brazo. Subió el IVA y otros impuestos prometiendo que esa carga fiscal serviría para brindarnos más seguridad y construir un país más estable. Muchos creímos -o al menos quisimos creer- en su promesa de convertirse en un Nayib Bukele 2.0.

Sin embargo, esa promesa ha resultado ser, hasta ahora, un rotundo fracaso. La gestión presidencial -y sobre todo la de sus ministros y viceministros- ha sido profundamente deficiente. Con los recortes en la burocracia, ahora enfrentan más responsabilidades con menos personal capacitado. ¿Existe realmente un plan para garantizar la seguridad de los ecuatorianos? ¿O la planificación solo abarca la seguridad de los funcionarios públicos y sus familias? Porque hay que decirlo claro: mientras los ciudadanos vivimos con miedo, los funcionarios se pasean por el país escoltados por imponentes comitivas de seguridad. Es fácil sentirse seguro cuando media docena de guardias armados cuidan tu espalda. ¿Perciben ellos la realidad del país desde su burbuja blindada?

Sería interesante que el Gobierno redujera a la mitad la seguridad de sus funcionarios y pusiera a esos policías y militares al servicio del ciudadano común. Porque, en este país, parece que la vida de un funcionario ineficiente vale más que la de cualquier ecuatoriano de a pie.

Entonces, la gran pregunta es: ¿existe un verdadero plan de acción para enfrentar esta crisis? ¿O solo nos queda encomendarnos a Dios mientras el Estado se protege a sí mismo y abandona al resto?