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El terremoto del 13 de mayo de 1942

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Ochenta años más tarde, el recuerdo de esta tragedia nos alerta de que vivimos en una ciudad vulnerable...

El 13 de mayo de 1942 un fuerte terremoto de 7.9 de magnitud Richter, con epicentro en Manabí, afectó Guayaquil y ocasionó el derrumbe de varias construcciones del área central de la ciudad, entre ellas del edificio de Manuel Cucalón, ubicado en la esquina de las calles Colón y Pichincha, donde funcionaba la clínica Arreaga Gómez, con el saldo de más de una decena de personas que fallecieron al quedar sepultadas bajos sus escombros.

En la prensa del día siguiente se destacaba la magnitud del evento sísmico: "El más fuerte temblor que Guayaquil haya experimentado en su historia, y que indudablemente, adquirió violencia tal, que la ciudad entera con sus habitantes, se conmovió de terror ante un fin que se creía inevitable, tuvo sus dos horrorosas tragedias en las hermosas y nuevas construcciones de cemento armado que se derrumbaron, como castillos de naipes, sepultando en sus escombros a varias decenas de personas que nunca imaginaron el fin que les esperaba, amparadas precisamente en la clase de construcción que habitaban" (Diario El Universo, p. 1). "La noticia de tan fatal suceso cundió rápidamente por la ciudad. Uno de nuestros reporteros, por entre la oscuridad, llegó uno de los primeros y logró ver a la luz de lejano alumbrado que se restablecía de los escombros del hasta hace muy poco gallardo edificio de la esquina norte de la calle Colón y Pichincha, en que funcionaba la clínica Arreaga Gómez, y en cuyos bajos estuvo también entre otros el establecimiento de la firma Stagg, comerciantes en arroz y cacao" (Diario El Telégrafo, p. 1).

Unos años después, en 1949, el ingeniero italiano Arnaldo Ruffilli, profesor de la Universidad de Guayaquil, analizaba las causas del derrumbamiento del edificio en su obra Lecciones de Estructuras: "Parece que el edificio se derrumbó por haber fallado la estructura de la planta baja. Las losas de los pisos se aplastaron una sobre otra". 

Ochenta años más tarde, el recuerdo de esta tragedia nos alerta de que vivimos en una ciudad vulnerable y que debemos siempre estar preparados para enfrentar esa vulnerabilidad.