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Desplanificación urbana

Avatar del Fernando Insua Romero

En una urbe, donde la obra cosmética impera sobre la razón, son sus habitantes quienes tienen que levantar la voz pidiendo espacios para encontrarse

No somos una ciudad sin alma, pero sí somos una ciudad retaceada, parchada, maquillada en parte y lapidada en su corazón. Una ciudad en donde la poca planificación urbana dio paso a la coyuntura, llevando así a nuestra Guayaquil a una versión de lo que no debe ser.

En una urbe, donde la obra cosmética impera sobre la razón, son sus habitantes quienes tienen que levantar la voz pidiendo espacios para encontrarse, espacios donde sentirse ciudadanos y no presos detrás de muros o rejas, desconectados, sintiendo violentada su integridad. Tampoco se planificó su río, que rara vez vive el pasodoble de algún barco navegando por sus aguas. Es difícil, resulta complicado, pues tiene espinas como pilotes, restos de un medio de transporte aéreo que no fue y que terminó siendo un atractivo turístico que aún no convence. Ese río que está surcado por algunos puentes que nunca debieron estar allí en detrimento de su navegabilidad, estos puentes, amigos íntimos de la sedimentación, los accidentes y el abandono.

Hay una tendencia: construimos cosas que no llegan a ser y dejamos morir historias. Esa historia encarnada en mamposterías viejas de casas ruinosas que fueron nuestra alma pero que dejamos morir. La historia de la ciudad se encuentra en sus casas patrimoniales, en su manera tradicional de construir, en las historias de sus barrios y los personajes que las habitaron. La historia está detrás de barrios enteros de casas mixtas, antiguos barrios residenciales y barrios obreros de luchada formación. La historia de nuestra ciudad grita en cada palmo de tierra, reclamando ver la luz, y es necesario que los planes urbanos de regeneración, construcción o rescate tengan presentes esos conceptos de historia, tradición, multiculturalidad y convivencia. Proyectos que garanticen que un sector determinado sea regenerado no en su cosmética si no en su mente y corazón, que no quede restringido a unas cuantas calles de ‘’planes perfectos’’ para la foto y pasarla bien, sino que formen parte de un plan integral a futuro, que tome en cuenta la construcción de una ciudad consciente y respetuosa de su pasado, pero moderna en la integración cívica de sus diversos habitantes.