El denunciólogo de Sibaris

Su vocación es esa, no ser caballos de batalla, sino caballos sibaritas que bailan según la canción que les toquen
La ciudad de Sibaris se caracterizaba por su amor por la buena vida y la elegancia, así como por los actos públicos y las condecoraciones. Era como el mandato de Lasso, pero en versión griega y más antigua. Los sibaritas eran conocidos por su refinado estilo de vida, que incluía banquetes extravagantes, ropa fina y otros lujos. Evitaban las obligaciones que fueran sucias o causaran mucho ruido, para eso los sibaritas contaban con esclavos, los oprimidos de la ciudad de Crotona, a quienes también gravaban con impuestos. Los sibaritas se consideraban a sí mismos dueños de la verdad y los más sofisticados, cultos y refinados de todos los pueblos griegos.
Como eran tan elegantes, los caballos de su ejército también tenían que serlo. En lugar de prepararlos para el combate se dedicaron a adiestrarlos para que bailaran coreográficamente según la tonada que se les tocara en las exhibiciones ecuestres. Para ellos, el tema de la seguridad era un espectáculo, algo similar a nuestra reforma de seguridad, en fin.
Un día, la ciudad de Crotona, cansada de los abusos de Sibaris, le declaró la guerra. En el primer combate, los crotonenses comenzaron a tocar música para que los caballos sibaritas empezaran a bailar, realizar acrobacias y luego huir, arrojando a sus jinetes al suelo. Esto les dio la victoria a los de Crotona y Sibaris dejó de existir.
Lasso ya no necesita caballos de combate, ni siquiera a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, ya que según él ya no gobierna sobre un infierno, sino que lo hará durante unos meses sobre un purgatorio, es decir, sobre la fantasía. El papa Benedicto XVI afirmó que el purgatorio no era un lugar físico, por lo que Lasso no gobierna sobre nada. Pero la historia no acaba aquí. Algunos de sus caballos de batalla están dispersos, incluso se presentan como candidatos a presidente. Aunque ahora niegan al Gobierno al cual sirvieron como alfiles, atacan con calumnias a otros políticos y sus familias, utilizando la denuncia como oficio e incluso involucrando a sus seguidores para que ‘den’ denunciando en video. Su vocación es esa, no ser caballos de batalla, sino caballos sibaritas que bailan según la canción que les toquen.