Debate: discusión y controversia

Los candidatos deben ser los protagonistas, no los conductores.
Los debates sirven, como su nombre y etimología indican, para expresar ideas, discutir, interpelarse y confrontar. Tendemos a pensar lo peor de nosotros, los ecuatorianos, y creemos que todo lo que hacemos está mal. Pensamos que nuestros debates son salvajes y que en ellos no debe existir confrontación alguna. Esto es falso. Basta con observar los formatos de debate en países como Estados Unidos, Canadá, México e incluso un formato diferente, como el de Alemania. Ante el pleno del parlamento federal, los candidatos a canciller participan en debates en los que exponen sus planes de gobierno, promesas e intentan refutar a sus contrincantes señalando sus errores. El debate es así, y también sirve para evaluar la capacidad de un candidato o candidata para defender una postura frente a los argumentos de sus contrincantes, o para que el público conozca a sus candidatos más allá de los discursos aprendidos y los anuncios publicitarios.
El formato del debate presidencial que presenciamos parecía más una lección con una profesora regañona emitiendo sus opiniones sobre las respuestas de los candidatos. Esto, aunque es una responsabilidad que deben asumir los votantes, no debería ser el enfoque principal. El formato tendía a potenciar los discursos aprendidos de memoria en lugar de fomentar la discusión. Se recriminaba a los candidatos por no presentar promesas detalladas, sino por hablar de cómo llevarán a cabo ciertas acciones. Sin embargo, en apenas 60 segundos, ¿se esperaba que presentaran un plan fiscal o de seguridad detallados? La conductora parecía favorecer a ciertos candidatos y reprochar a otros, lo que dio al debate un tono de parcialidad. En algunos casos parecía que los moderadores actuaban más como jueces. No estamos en un concurso de deletreo escolar; los candidatos deben tener tiempo suficiente para exponer sus argumentos, incluso si consideramos que son errados.
Es necesario contar con una conducción adecuada que evite que la discusión se salga de control, pero discusión y confrontación son partes esenciales de la democracia, y los debates un pilar fundamental de este proceso. Los candidatos deben ser los protagonistas, no los conductores.