Premium

La cama de Procusto

Avatar del Fernando Insua Romero

Los verdaderos liderazgos y las sociedades se desarrollan con líderes capaces de rodearse, como decía Carnegie, de “personas que saben más que uno” y que reconocen quiénes pueden servir mejor.

Cuentan los griegos que vivía en Ática un bandido gigante que decía ser hijo de Poseidón y se lo conocía por varios nombres: Damastes, Polipemón o Procoptas. Pero pasaría a la historia como Procusto.

En su casa en las colinas, bajo el señuelo de alojar a los viajeros, Procusto les hacía dormir en una cama de hierro. Si los viajeros eran más altos y sus extremidades sobresalían de la cama, Procusto procedía a cortárselas para que encajaran. Si eran más bajos, procedía a estirar a sus víctimas hasta que se ajustaran al tamaño de su lecho.

Es en esta historia que se articula una de las obras del ensayista libanés Nassim Nicholas Taleb. Para Taleb, la cama de Procusto es el reflejo exacto de las enfermedades modernas que aquejan a nuestra sociedad, tales como el nerdismo o carencia de habilidades sociales disfrazada de intelectualidad forzada; el filisteísmo, que sería algo así como la actitud de los individuos de bloquear nuevas ideas para evitar que peligre su posición; y por último el fraude, mal que destruye nuestra comunidad. De estas enfermedades adolecen la mayoría de las estructuras sociales y políticas donde alguien que llega a sobresalir de la mediocridad del medio en el cual se desenvuelve es inmediatamente dejado de lado para evitar que cualquier reforma seria pueda ser aplicada y no puedan llegar a destacar figuras que le hagan sombra al líder o a la camarilla de turno, propiciando el clientelismo servil y la complicidad por encima de la capacidad para ejercer una tarea o cargo.

Al igual que los prisioneros de Procusto, grandes talentos o gente honesta son literalmente obligados a amoldarse a aquella “cama de hierro” para no ser eliminadas del juego del sistema.

Los verdaderos liderazgos y las sociedades se desarrollan con líderes capaces de rodearse, como decía Carnegie, de “personas que saben más que uno” y que reconocen quiénes pueden servir mejor. Pero no todo está perdido. Al igual que Teseo eliminó a Procusto en su propio juego, las personas capaces pueden servir a la sociedad generando nuevas estructuras donde no se corten las alas de aquellos que sueñan con un mejor país.