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Fernando Insua Romero | No hay espacio para tibios

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Ser tibio ante el terror es ser su cómplice, y callar frente a ellos es renunciar al país que aún podemos rescatar

Decía el general Eloy Alfaro que “los hombres indiferentes a la desventura de la nación, aunque sean privadamente laboriosos, son auxiliares inconscientes de la corrupción y desgracia de los pueblos”. Esa frase, escrita hace más de un siglo, resuena con fuerza hoy, en medio del dolor que vive Guayaquil. Ser tibio ante el terrorismo, o garantista con quienes siembran el miedo, es ser cómplice de la desgracia nacional.

El atentado ocurrido en un punto neurálgico del turismo y la economía de la ciudad no puede entenderse como un episodio más de violencia urbana. La detonación de una camioneta frente a un conjunto de edificios vinculados a la familia del presidente de la República busca algo mucho más grave: golpear la imagen misma del Estado. No fue sólo un ataque a la propiedad privada, sino un mensaje contra la institucionalidad del país. Guayaquil está herida, y con ella todo el Ecuador.

Las investigaciones confirman una planificación detallada. Además del vehículo que explotó, las autoridades desactivaron un segundo auto con explosivos mediante detonación controlada. La víctima mortal convierte el hecho en tragedia humana y política. Ya no hablamos de violencia extorsiva, sino de terrorismo: una guerra abierta contra el Estado para ejercer presión mediante el miedo.

Si permitimos que esta situación se naturalice diciendo “esto no me pasa a mí” o “esto no ocurre en mi cantón”, estaremos debilitando la unidad nacional. La violencia ya habita en Samborondón, Daule y otras zonas del país, donde se han descubierto villas enteras repletas de dólares vinculadas a bandas de secuestro, lavado o sicariato. El país entero está bajo amenaza y su respuesta debe ser una sola, sin vacilaciones ni concesiones morales.

Como mencioné en radio la mañana previa al ataque, los radicales se valen de causas sociales o nacionales y nuestras divisiones para promover sus verdaderas intenciones. Algunos sectores ideológicos justifican a los criminales y buscan negociar y garantizarles derechos que por desgracias sus victimas no tienen, todo en nombre de sus ideologías yproyectos personales. Ese tibio relativismo es un lujo que Ecuador no puede darse. No se negocia con terroristas. Ser tibio ante el terror es ser su cómplice, y callar frente a ellos es renunciar al país que aún podemos rescatar.