Fernando Insua Romero | Don Galo
Yo sí me pronuncio. Lo hago en respaldo a un periodista leal, a un hombre íntegro
Los espartanos despreciaban las armas que mataban a distancia. Sentían asco al ver arcos y catapultas porque creían indigno atacar sin mirar al enemigo a los ojos. Si vivieran hoy, seguramente sentirían náuseas ante la forma en que se combate desde las redes: ejércitos de ‘trolls’ anónimos que difaman, acusan y destruyen reputaciones sin dar la cara. Es la catapulta moderna del cobarde.
Esta semana, Galo Martínez Leisker, director de Diario EXPRESO, fue llamado a rendir versión libre en la Fiscalía. Un acto que, más allá de lo judicial, huele a intento de intimidar. Paralelamente, EXPRESO ha sido objeto de ataques digitales y campañas anónimas, el tipo de guerra más vil. El problema: cuando se confunde investigación imparcial con oposición política en este reino de taifas que hoy por hoy es el Ecuador.
He tratado a don Galo en varias ocasiones. En las oficinas del Diario o en alguna llamada telefónica. Siempre lo escuché con esa mezcla de preocupación y lucidez sobre el país. Habla con franqueza, a veces con dureza, pero siempre desde el deseo de hacer las cosas mejor. No es un observador distante: es un ciudadano de acción. Y puedo decirlo también desde lo personal. Tras un ataque que sufrí, cuando una autoridad municipal se desentendió y la Policía hizo lo que pudo, una de las pocas llamadas de respaldo que recibí fue la suya. No fue una llamada de cortesía: fue de compromiso y de solidaridad.
Yo sí me pronuncio. Lo hago en respaldo a un periodista leal, a un hombre íntegro, y a una casa editorial que ha sido faro de pensamiento libre en Ecuador. Porque el ataque a un medio no es solo contra sus directivos o sus periodistas, sino contra el derecho de todos a conocer la verdad.
Mi compromiso con el país y su guerra contra el terrorismo y su posición estratégica contra las dictaduras socialistas latinoamericanas es firme y apoyo las acciones que desde el Gobierno central se ejecutan , pero mi compromiso y respaldo con los espacios y personas que forman parte de lo que yo aprecio y respeto lo es aún más.
Las catapultas cambian pero la cobardía se mantiene. Y frente a ella, el deber sigue siendo el mismo: ser firmes.