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Obsesiones

Avatar del Fausto Ortiz

Se percibe que están interesados en priorizar el saldo de la Reserva y no en lograr que los recursos fluyan al sistema para que la economía reaccione con mayor agilidad’.

Asistí esta semana a un evento en el cual el orador principal señalaba la obsesión del Gobierno en lograr cambios en temas de leyes laborales y estoy convencido de que tiene la razón. Algo debe cambiarse si en el país 7 de cada 10 personas que pudieran trabajar no lo hacen formalmente. Seguramente un cambio legal no hará que se genere trabajo de forma espontánea, pero bien analizado podría permitir mejorar dicho número. Por ejemplo, a la última propuesta laboral rechazada el año anterior, quizás si se le pone un rango base de salario de $ 750, por ubicar una cifra, para que le permita ser contratado bajo la nueva legislación y de esa manera no afectar potencialmente a los que trabajan con el salario básico, a la vuelta de varios años habríamos migrado a un entorno más flexible para un segmento de la población y mantuviéramos sin sobresaltos a la mayoría.

Y mientras el orador exponía su tema y su obsesión por mejorar lo laboral, pensaba en otras dos obsesiones del Gobierno que no son tan buenas.

Sobre una de ellas he escrito bastante. Aquello de bajar el déficit fiscal a rajatabla no es de lo más acertado. Afortunadamente el cambio en la dirección del Ministerio ha permitido suavizar ese ritmo de desaceleración fiscal para el próximo año, aunque aún hay que ver cómo termina este 2022 para ver en promedio qué tanto se pondrá freno al déficit.

El saldo de la Reserva Internacional es la otra obsesión del Gobierno, seguramente heredada del programa con el FMI y sus metas cuantitativas. Pareciera que la meta más importante es en cuánto quedará la Reserva Internacional al final del año y no qué porcentaje alcanzará del total de pasivos del Banco Central del Ecuador (BCE). Al finalizar octubre de 2022 la Reserva Internacional fue $7.739 millones (M) y “cubría” el 55,7 % de los $ 13.891M de pasivos de corto plazo en el BCE. Años atrás, la Reserva era $4.361M, que en dólares es mucho menor a la actual, pero “cubría” el 60 % del total de pasivos a esa fecha. ¿Con cuál deberíamos sentirnos cómodos? Con seguridad con la que represente un mayor porcentaje de pasivos.

El complejo entorno pareciera que está atrasando la llegada de desembolsos al Presupuesto del Estado y se necesitó bajar bruscamente los $1.000M del saldo de la Cuenta Corriente Única en el Ministerio de Finanzas para atender $405M en vencimientos por amortización de deuda de multilaterales en el último mes.

Pareciera que el deseo actual es que la Reserva sea alta y si para ello es necesario que las Empresas Públicas no Financieras tengan elevados saldos en el BCE (más de $3.000M), no lo ven como un problema. Incluso no preocupa que el encaje de banca de su propiedad se mantenga casi al doble del promedio. Se percibe que están interesados en priorizar el saldo de la Reserva y no en lograr que los recursos fluyan al sistema para que la economía reaccione con mayor agilidad.

Hasta que llegue el cierre fiscal deberían recibirse no menos de $ 2.000 millones de nueva deuda para terminar con igual monto de Déficit Fiscal. Si no llegasen, las opciones serían añadir atrasos a los $ 1.400M que se observan hasta octubre o patear el gasto hacia el 2023, que sería lo menos recomendable en el afán de mantener elevada la Reserva Internacional.