Premium

¿Quién se pone la economía al hombro?

La recientemente archivada Ley de Inversiones intentaba alentar la llegada de recursos que puedan generar plazas de trabajo y el impulso al crecimiento económico

La medición del crecimiento económico se la efectúa sobre variables reales, es decir excluyendo el impacto de la variación de los precios. En fácil, la inflación, y en complicado el deflactor implícito. Ha sido común observar que mientras más alto ha sido el precio del crudo mejor nos ha ido con el crecimiento económico y ha ocurrido cuando el ingreso extraordinario por precios elevados del crudo se ha podido trasladar a la economía en forma de obra pública o mayor gasto en el Presupuesto General del Estado.

El gasto presupuestario total frente al Producto Interno Bruto (PIB) en el año 2009 fue 27 % y encontró su techo en 2013 al representar el 33 % del PIB (uno de cada tres dólares del PIB tenía relación con gasto público). Desde 2014 y hasta 2021 ese gasto frente al PIB fue cayendo año tras año y en 2021 se ubicó en 26 %, que es un nivel inferior al registrado 12 años atrás. Si en el año actual los recursos adicionales originados en un mayor precio del crudo se destinan simplemente a sustituir financiamiento y se gastasen los mismos USD 27.898 millones que constan en el Presupuesto del Estado, ese gasto representará 25,3 % de los USD 110.325 millones que el Banco Central estima será el PIB en 2022, y no superará al peso que tuvo en 2021. Es decir, menos que en 2009. Bajo el escenario de disminuir el déficit fiscal con el ingreso petrolero no presupuestado, el impulso de la economía no encontraría apoyo ni en el petróleo, ni en el gasto del Gobierno. Si el Gobierno logra identificar adecuado acceso a financiamiento podría destinar parte de dicho excedente a gastos adicionales en temas de vialidad, salud, educación o seguridad por esta sola vez con la finalidad de no complicar el tamaño del déficit cuando el petróleo retome su tendencia previa al conflicto bélico.

La reactivación de la economía, a pesar del relajamiento pos-COVID, en números del Banco Central supone un ritmo de crecimiento real del consumo de los hogares de 3,2 % para 2022, ligeramente más lento que un año atrás, cuando alcanzó 4,5 % después de la pandemia. Una mayor recaudación de impuestos podría afectar a un segmento de la población en su posibilidad de incrementar el consumo. La lenta recuperación del empleo incidirá en el dinamismo de este motor de la economía.

La recientemente archivada Ley de Inversiones intentaba alentar la llegada de recursos que puedan generar plazas de trabajo y el impulso al crecimiento económico. La reforma Laboral que permita una ruta alterna de contratación frente a lo ocurrido luce cada vez más distante.

La exportación tuvo un 2021 muy dinámico, de hecho, logró un 4,7 % de crecimiento real frente al año anterior y para el 2022 el 3,3 % estimado por el Banco Central puede ser una meta difícil de alcanzar. No hay señales claras de incremento de producción petrolera al tiempo de un mal momento de exportación bananera consecuencia de dificultades de venta a Rusia, hacia donde tradicionalmente se ha orientado más del 20 % de la oferta exportable.

La próxima semana el Banco Central nos confirmará si su 3,5 % de estimación de crecimiento real de la economía en 2021 se quedó algo corta y el 2,5 % para 2022 debe considerarse como optimista, mientras nos pasa luces de a quién identifica como el motor de la economía y qué acciones adoptará el Gobierno para al menos hacerlo bien en lo económico, mientras sufre en lo político.