Con ventilador

Y es que en medio de tanta inmundicia, se dificulta diferenciar quién está manchado y a quién están manchando.
Cuando la forma opaca el fondo, cuando se pierde de vista lo esencial y se confunde con lo accesorio, cuando la verdad se encuentra distorsionada por lo anecdótico, cuando se confunde casualidad con causalidad. Es así como, semana tras semana continúa el culebrón que parece no acabar nunca. Salen nuevos nombres, nuevas transcripciones de conversaciones telefónicas, nuevos contratos, nuevas empresas, nuevas hipótesis; caen los que son, los que parecen ser y hasta los que pasaban por ahí. Nadie se salva del tufo venenoso que se desprende al pronunciar casi cualquier nombre que figure en las escuchas, todo suena a novela conspirativa cuando se relata cualquier hecho o cuando da lectura de cualquier conversación encontrada en el informe ‘ultrasecreto’ de la Policía Nacional que fuese archivado tiempo atrás.
Y es que en medio de tanta inmundicia se dificulta diferenciar quién está manchado y a quién están manchando. No se distingue el corrupto, el corruptor, el cuñado, el amigo, el conocido, el consocio; si hay un ladrón, se embarra hasta al que se cruzó por la esquina en el semáforo.
Es probable que el propósito sea altruista, que el esfuerzo sea en pos del periodismo de investigación y que el objetivo sea encontrar la verdad. Es probable, pero, de serlo, no se ha conseguido. De hecho, por momentos parece más un tabloide sensacionalista, un discurso dado entre presentadores envenenados, resentidos, en busca de una ‘vendetta’ personal, donde la primera víctima parecería ser la objetividad.
Este esfuerzo periodístico pasa por alto, si acaso inadvertidamente, el efecto político. Se podría especular que los resultados de las elecciones seccionales recientes pudieran obedecer al impacto negativo del culebrón o que las cadenas del fantasma de la muerte cruzada se escuchen nuevamente resonando como consecuencia del mismo.
Lo cierto es que el culebrón parecería apuntar a ubicar al presidente dentro de las causales para enjuiciarlo políticamente a fin de lograr su destitución y la Asamblea está muy atenta a aquello. Los constitucionalistas se debaten si puede o no aplicarse nuevamente el artículo 129 de la Constitución, según el cual dichas causales se refieren taxativamente a: 1.- delitos contra la seguridad del Estado; 2.- delitos de concusión, cohecho, peculado o enriquecimiento ilícito; 3.- delitos de genocidio, tortura, desaparición forzada de personas, secuestro u homicidio por razones políticas o de conciencia. En este sentido, se trataría de forzar el enjuiciamiento político basado en un supuesto aporte de campaña que podría provenir del narcotráfico.
Frente a esta situación, el Gobierno, de forma tardía como es su estilo, se decidió a renovar cuadros importantes. Entre ellos, la figura del momento parecería ser el flamante nuevo ministro de Gobierno, el cual se encuentra en condiciones idóneas para frentear esta nueva intentona conspirativa y destitutiva.
El campo de batalla esta trazado y será menester de la Corte Constitucional el dirimir la cuestión, pues ni se puede recurrir al artículo 129 dos veces (ya se intentó aplicarlo a mediados del año pasado), ni resulta tan fácil y ligero el pretender encajar el entramado del culebrón dentro de las causales indicadas.