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Tómbola electoral

Los resultados exigen un análisis y, especialmente, un autoanálisis de aquellos partícipes de la política nacional

Resultados inesperados, jamás previstos en encuesta alguna, peor en las aspiraciones más ilusorias de la oposición.

Un solo ganador, muchos perdedores; el que más, el país. Con una proliferación de candidatos, la atomizada y dispersa votación ha logrado que los ganadores obtengan victorias pírricas, victorias que les otorgan un cargo carente de legitimidad pues, tanto en Pichincha como en Guayas, se ha ganado con mayorías abrumadoramente en contra.

Resulta tentador empezar a señalar culpables en esta tómbola inesperada.

El Gobierno, cuyo desgaste político, escasos resultados económicos y escándalos de corrupción, apuntó al peor momento para lanzar la consulta popular.

Los partidos políticos, cuyos egos, inflados por tantos años de hegemonía política en sus reductos electorales, no les permitieron ver el panorama claro.

Los chimbadores de turno, cuyas aspiraciones personales y sus deseos de figurar solo sirvieron para canibalizar los votos.

Las encuestas, que nunca antes habían fallado tanto, dando una falsa imagen de tranquilidad.

El fraude, que como patadas de ahogado esgrimen los malos perdedores.

Los resultados exigen un análisis y, especialmente, un autoanálisis de aquellos partícipes de la política nacional.

El PSC, bajo el liderazgo de Jaime Nebot, ha perdido su hegemonía en los gobiernos seccionales que conquistó en 2019 con 8 prefecturas y 50 alcaldías, directas y en alianza con otras fuerzas políticas, perdiendo el histórico centro de su poder: la prefectura del Guayas y la alcaldía de Guayaquil.

Pachakutik, que buscaba afianzar el liderazgo de su líder lanza piedras, el poncho rojo Leonidas Iza, ha perdido la oportunidad de afianzar su proyección nacional al no lograr captar la prefectura de Pichincha y la alcaldía de Quito.

El Gobierno, débil a nivel regional, sin cuadros claros ni contundentes, buscaba consolidarse políticamente con la promoción fallida de una consulta popular, cuyos resultados se traducen en un plebiscito a su gestión. El desgaste experimentado por el estallido de la delincuencia, la pugna de poder con la Asamblea, la protesta social que se desborda de forma vandálica y hace tambalear la incipiente estabilidad política, la exigua recuperación económica, serían la razón de tal estrepitosa derrota que lo deja con escaso margen de gobernabilidad.

La Revolución Ciudadana, por su lado, logra captar 9 prefecturas, entre ellas las de Pichincha, Guayas, Azuay y Manabí; así como las alcaldías de Quito y Guayaquil entre las 60 captadas. Logra así retener sus bastiones en Manabí y Pichincha, y recuperar la Alcaldía de Quito; pero su principal logro ha sido poner fin a la hegemonía socialcristiana en Guayas e imponer el No en la consulta popular. Su fuerza radica en la fuerza de la imagen de Correa y el desencanto de la población con los gobernantes de turno, reproduciendo un relato nostálgico de su gestión. Esta organización política, con disciplina y con una estrategia silenciosa y metódica, ha logrado captar nuevamente el descontento ciudadano y lo ha traducido en una victoria en las urnas. Una victoria que podría ser el preámbulo del retorno del correísmo al gobierno del país.