Premium

Marea roja

Avatar del Columnista Invitado

Y es que los países no tienen memoria y sus pueblos están condenados a repetir sus errores a lo largo de su historia’.

Nadie aprende de la experiencia ajena y muchas veces ni de la propia. América Latina se ve cubierta por un manto rojo, atrás quedó el ejemplo de los tigres asiáticos, atrás quedó el ejemplo del caduco modelo socialista de la antigua Unión Soviética, la Guerra Fría es ahora una historia mal contada, el Che Guevara es reverenciado por algunos trasnochados y los guerrilleros de los ochenta llegan a las urnas y ganan presidencias. Y es que los países no tienen memoria y sus pueblos están condenados a repetir sus errores a lo largo de su historia. Latinoamérica vuelve a experimentar con los fracasados modelos de izquierda gracias a que el populismo encuentra eco en los medios digitales masivos de comunicación.

Previo a su extinción, la Unión Soviética exportó su modelo fracasado a Cuba con una dictadura castrista que se formó a base de violencia y sangre y se mantiene por la opresión y el derrotismo instaurado en la psique de sus ciudadanos, quienes en su mayoría no conocen otra forma de gobierno. Desde Cuba se elaboró un modelo que fue implementado con inusitado éxito en Venezuela de la mano del comandante Hugo Chávez, discípulo de Fidel Castro, logrando lo impensable: quebrar a la cuarta economía del mundo, el país con más reservas petroleras. Chávez al morir dejó en el poder a su discípulo Nicolás Maduro para continuar el camino hacia la pobreza y la destrucción. El modelo fue replicado por Evo Morales en Bolivia, quien de forma indirecta continúa aún dirigiendo los destinos de ese país con miras a participar nuevamente en las elecciones presidenciales.

La misma suerte se presenta en Nicaragua bajo la cruel tiranía de los Ortega y en Argentina con la dinastía kirchneriana que ha llevado al país a una de las mayores inflaciones en la región.

A México llega AMLO cogobernando cómodamente con las narcomafias que dominan las esferas de poder, mientras que Perú elige recientemente a un exmontonero auspiciado por un partido cuyas bases habrían sido parte de los movimientos terroristas de los años ochenta.

Ni siquiera Chile, con tantos años de estabilidad y crecimiento, ha logrado escapar a esta marea roja, eligiendo a un izquierdista que amenaza con una nueva constitución de corte socialista y un manejo político y económico que ahuyenta los capitales privados y hace tambalear su propia estabilidad.

Colombia acaba de caer en manos de un exguerrillero que busca reeditar la historia en un intento más por absolver los crímenes cometidos por los grupos narcoterroristas.

Brasil por su lado augura un giro en idéntica dirección, con la posible reelección del sindicalista Lula da Silva, quien se encuentra envuelto en más de un escándalo de corrupción.

Queda así Ecuador como una isla en medio de este mar rojo, con un gobierno de centroderecha. Gobierno que no acierta a plasmar las bondades de un modelo libertario, que no logra unificar a la oposición alrededor de acuerdos mínimos de gobernabilidad, que no logra contener la violencia narcodelictiva en las calles y que no logra siquiera controlar la corrupción dentro de sus propias filas. El gran riesgo al que nos enfrentamos ante un eventual fracaso de este gobierno es a un posible contagio de esta marea roja regional, un inminente regreso al populismo de izquierda, un retorno de la FaRC a Carondelet.