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El centro en política sí tiene sentido

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La izquierda dice representar la igualdad, pero no aclara si se trata de igualdad de ingresos, riqueza u oportunidades. Ante esta falta de claridad, tiende a extralimitarse o a hacer hincapié en los medios más que en los fines’.

¿Tiene sentido el centro en la política? Esta pregunta ha adquirido nueva urgencia dada la creciente polarización en Estados Unidos, Chile, Filipinas, India y muchos otros países. El politólogo Jan-Werner Mueller rinde un veredicto categórico: no. Las pruebas A y B en su caso son Krysten Sinema y Joe Munchin, los dos senadores demócratas que han frustrado los ambiciosos planes de gastos del presidente de EE. UU., Joe Biden. Según Mueller, más que ser de centro, ellos se centran en sí mismos, y se guían solo por el imperativo de ser reelegidos. El suyo es un “centrismo zombi”, carente de todo significado. Es verdad que hoy día, en política escasean líderes de centro destacados. No obstante, el centro continúa ofreciendo suficientes fundamentos, en la teoría y en la práctica, para construir una alternativa mucho mejor que el populismo que reina por estos días en demasiados países. El centrismo puede ser el antídoto a la polarización posverdad que domina las redes sociales y la política electoral. Solo los centristas pueden ir más allá del trillado debate sobre el tamaño del Estado. Entienden que los mercados no surgen de la nada, sino que los crean instituciones estatales fuertes y regulaciones gubernamentales firmes. A diferencia de los ultraizquierdistas, los centristas comprenden que el papel de la regulación no es reprimir la competencia en el mercado, sino promoverla. Los monopolios constituían un peligro para la eficiencia y la libertad hace un siglo, y lo mismo sucede hoy. Como sostiene Luigi Zingales, de la Universidad de Chicago, ha llegado la hora de enterrar “al zombi del laissez faire” y reemplazarlo por el tipo de regulación que asegura que los mercados sean competitivos y transparentes. Pero las ideas sólidas en materia económica no bastan para dar ventaja al liberalismo en la lucha contra el populismo. Puesto que los populistas siempre dicen lo que los votantes quieren oír o manipulan desvergonzadamente sus más profundos temores y ansiedades, los políticos de centro deben tratar a los electores como adultos, diciéndoles la pura verdad. En un momento en que priman la desconfianza y la desinformación desenfrenada, hablar de manera clara puede resultar en una ventaja electoral decisiva. Emmanuel Macron obtuvo la presidencia de Francia tras haberles dicho a los votantes que su país se había quedado atrás y tendría que tomar decisiones difíciles para recuperar el terreno perdido. Mueller critica a Macron por ser un tecnócrata y un “liberal autoritario” quien supuestamente niega el pluralismo democrático y presume “que siempre hay alguna respuesta racional única a cualquier desafío político”. Esta crítica ignora el antiguo dicho de que cada cual tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propios hechos. Luchar contra la desinformación diseminada por la ultraderecha de Le Pen y la ultraizquierda de Mélenchon no es negación del pluralismo, sino una contribución al debate democrático. La política democrática es sinónimo de compromiso. Pero primero debemos concordar en que el cambio climático es real, que las vacunas no causan autismo y que los mercados hacen más que servir los intereses de grandes empresas petroleras o de los codiciosos banqueros de Wall Street. Como dijo Hannah Arendt, “los hechos orientan las opiniones”. La verdad existe y los centristas están llamados a defenderla. ¿Podemos dotar de significado al centro en política? El desafío ahora consiste en plasmar las ideas claramente centristas en un programa político coherente. La ola populista-autoritaria dista mucho de haber finalizado. Es hora de poner manos a la obra.