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COVID-19: lecciones sobre políticas

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uede que ahora el comercio y las comunicaciones sean globales, pero la gobernanza no lo es. Si queremos seguir viviendo en una economía mundial, necesitamos desarrollar un sistema eficaz de gobernanza global’.

Si una mente malvada diseñara el virus perfecto para acabar con una especie animal, elegiría la combinación óptima de transmisibilidad y tasa de letalidad por infecciones. Sin embargo, para eliminar a la humanidad, la mente malvada tendría que desarrollar un virus capaz de neutralizar las respuestas de los humanos frente a dicho virus. Por tanto, un virus asesino perfectamente diseñado sería capaz de explotar las ineficiencias en nuestra toma de decisiones colectivas. Eso es lo que parece haber conseguido el virus SARS-CoV-2. Muchos virus nuevos han saltado de los animales a los humanos, pero ninguno en los últimos 100 años fue tan devastador como el SARS-CoV-2, aunque es menos letal que el Ébola y menos infeccioso que el resfriado común. ¿Por qué, entonces, es tan evasivo en cuanto a ser controlado? Este virus aprovecha las debilidades de nuestras instituciones. Su progresión exponencial desafía la naturaleza reactiva de las instituciones democráticas. Si bien todos los virus tienden a crecer exponencialmente si no se los controla, la propagación asintomática y presintomática del COVID-19 hizo que fuera mucho más difícil de manejar; más difícil, no imposible. Hoy disponemos de la tecnología necesaria para rastrear los movimientos e interacciones de las personas, pero las democracias liberales generalmente no quieren usarla. Google y Facebook pueden hacer prácticamente de todo para orientar sus anuncios publicitarios para que lleguen a un mercado objetivo determinado. Sin embargo, en una democracia, las mismas tecnologías aparentemente no están disponibles para salvar vidas. Los efectos desiguales del COVID-19 a lo largo toda la población también son muy efectivos para debilitar las políticas de respuesta frente a dicho virus. Montar una respuesta colectiva habría sido más fácil si la tasa de letalidad fuera similar a lo largo de todos los grupos etarios; pero no lo es.

Una respuesta común a la pandemia que sea eficaz necesita de un sentido compartido de pertenencia. Y el desarrollo de vacunas depende de las capacidades científicas, no de las instituciones que imparten políticas. El problema se ha agravado terriblemente por el averiado sistema de medios de comunicación de Occidente, que ha provocado un máximo grado de confusión. El 26 de febrero de 2020, un mes después de que Wuhan fuera confinada, el Journal of the American Medical Association aún comparaba al COVID-19 con la gripe. Como reveló una entrevista reciente con Dominic Cummings, el ex asesor principal del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, esta desinformación perjudicó la toma de decisiones al más alto nivel.

Las constantes mutaciones del coronavirus podrían hacer que las vacunas COVID-19 existentes sean insuficientes para eliminar la pandemia. Puede que ahora el comercio y las comunicaciones sean globales, pero la gobernanza no lo es. Si queremos seguir viviendo en una economía mundial, necesitamos desarrollar un sistema eficaz de gobernanza global. Una economía global hace que los problemas locales sean globales. Incluso si nos las podemos arreglar para salir del paso y superar esta pandemia, no significa que necesariamente vamos a supera la siguiente, ni que vamos a superar otros problemas, como el cambio climático, todos ellos problemas que también tienen un impacto exponencial y desigual, y que requieren de soluciones globales. Si no aprendemos esta lección, nuestra especie merece extinguirse.