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Claudia Tobar | ¿Qué es ser humano?

Avatar del Claudia Tobar Cordovez

La emocionalidad es nuestra capacidad de tomar decisiones con un componente irracional, pero profundamente humano

En la discusión sobre humanos y máquinas solemos preguntarnos cuál es la diferencia más fundamental que aún nos separa de ellas. Las respuestas más comunes: las emociones y la consciencia. Estas ideas nos dan cierta sensación de control, como si aún tuviéramos alguna ventaja frente a esa fuerza imparable que es la inteligencia artificial. Pero aquí va una reflexión incómoda. Aquello que creemos que nos hace especiales es, justamente, lo que más hemos descuidado como seres humanos.

La emocionalidad es nuestra capacidad de tomar decisiones con un componente irracional, pero profundamente humano. Incluye matices difíciles de explicar y guía gran parte de nuestras acciones. Los seres humanos somos movidos por emociones incluso cuando creemos estar actuando fría y objetivamente. Muchas decisiones que luego justificamos con lógica nacieron, en realidad, de una emoción.

En lo financiero, por ejemplo, las personas suelen decidir desde el miedo, los sesgos o el ego, aunque intenten vestir esas decisiones de análisis racional. Al final, la emoción empujó primero y la razón llegó luego. Paradójicamente, invertimos muy poco en desarrollar nuestra emocionalidad pese a ser uno de nuestros principales diferenciadores frente a las máquinas. La corteza prefrontal, donde se alojan las funciones ejecutivas, solo puede operar adecuadamente si la amígdala, encargada de procesar las emociones, lo permite. Cuando no sabemos gestionar lo que sentimos, nos volvemos reactivos, impulsivos y poco acertivos. Aprender a reconocer y regular las emociones es una habilidad que se puede entrenar.

La segunda característica superhumana, la consciencia, es la capacidad de darse cuenta. Y quizás es la que más hemos abandonado. Entre el abuso de las pantallas y la sobreexposición a información, pasamos más tiempo viviendo realidades ajenas que prestando atención a lo que ocurre frente a nosotros. Nunca hemos estado tan informados y tan poco conscientes.

Es irónico que las capacidades que creemos que nos hacen humanos sean precisamente las que más estamos descuidando. Tal vez la pregunta no sea qué nos diferencia de las máquinas, sino qué estamos haciendo para no perder lo que nos hace humanos.