César Febres-Cordero Loyola | ¿De qué nos puede servir la bicameralidad?
Ese mismo Senado tendría el rol de meditar más profundamente las leyes y mejorar la calidad de la producción del legislativo
Durante buena parte de su historia, el Ecuador contó con un congreso bicameral, pero desde el retorno a la democracia nos hemos mantenido en la unicameralidad. Aunque nadie lloró intensamente a la antigua Cámara del Senado cuando esta desapareció, su memoria se hizo notar por algunos años, más ya que la cámara baja, aunque era la única, llevó inicialmente el nombre de Cámara Nacional de Representantes.
Desde la salida del correísmo del poder, ciertos nostálgicos han defendido la necesidad de un retorno a la bicameralidad. Sus argumentos, por lo general, han sido dos: que un Senado podría elevar la calidad de los legisladores imponiendo requisitos más fuertes que la cámara baja, y que ese mismo Senado tendría el rol de meditar más profundamente las leyes y mejorar la calidad de la producción del legislativo.
Lo primero a veces parece obedecer al deseo de ciertos veteranos de la política de sentarse entre notables a definir los destinos de la patria. Algunos confiesan que les encantaría volver al ruedo, pero que no se meterían en el mismo redil que los asambleístas de nuestros tiempos. Si bien es cierto que en muchos países bicamerales existen mayores requisitos para ser parte de la cámara alta, generalmente no pasan de ser una mayor exigencia en cuanto a la edad mínima de legislador, a veces 30 o 35 años. Pero acá algunos piden que sea 40, que se exija un título de cuarto nivel (como si no conociésemos a puro ‘doctor’ consagrado en el arte de robar) o cierta experiencia laboral.
Pensar en que la suma de tales requisitos mejorará la calidad de la representación bien que puede resultar en una quimera. Si los que escogen a los candidatos son los mismos caudillos y si el método de elección no genera más competitividad ni atrae una mayor atención del público, nuestros venerables padres conscriptos serán igualitos al despreciable conjunto (con algunas salvedades) de los legisladores actuales.
Primero pensemos en eso y luego veamos si así es deseable tener una segunda cámara que se dedique a meditar, a nombrar y a destituir.