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Demasiado ego

Avatar del Catrina Tala

Pero es una utopía en un país en el que todos los días aparece un actor político nuevo, con más acciones que no se sienten genuinas, porque saben a campaña

Estamos atravesando uno de los momentos más complejos de nuestra sociedad. El ambiente está enrarecido por la sensación de que cada actor de la política ecuatoriana juega su papel sin buscar el bien común.

Dudo de que sea incapacidad de consenso. Creo, más bien, que es una necesidad voraz de influir, de trascender el cargo sin pensar en el verdadero sentido del trabajo diario.

Solo importa figurar para ser conocido, para llamar la atención, conseguir un titular, una foto, una entrevista. No importa de qué se hable o cómo, no importa lo que tenga que pasar para que se cumpla el objetivo final: el beneficio personal.

Pero los problemas de la mayoría, las emergencias reales, siguen sin solución. El ego, que no es más que la valoración excesiva de uno mismo, está jugando su mejor partido… y Ecuador lo está perdiendo.

Bloques políticos que le apuestan al tire y afloja con tal de no quedar en el olvido, peleas innecesarias que solo alimentan la inestabilidad y sostienen una narrativa de poder a cualquier costo, asambleístas con agendas propias y pedidos absurdos, funcionarios que hacen declaraciones sin más sentido y propósito que el de obtener un espacio en la agenda mediática. Todo eso nos tiene sumidos en la incertidumbre. Todo ese egoísmo nos tiene estancados.

Uso la palabra egoísmo porque esa línea de “la política es para servir” es la gran mentira del siglo que corre. Es solo una frase desgastada que, a pesar de ello, se sigue usando en los más descarados discursos de campaña.

El ego está presente en todo: en cada intento de no morir políticamente, de no quedar en el olvido, de no pasar desapercibido, de mantenerse vigente, aunque eso esté hundiendo nuestras pocas posibilidades de salvación.

¿Dónde está el servicio verdaderamente desinteresado? ¿Dónde están los verdaderos planes a largo plazo, sostenibles más allá de las próximas elecciones?

Queremos trabajar, sentirnos seguros, creer que hay un mañana posible. Pero es una utopía en un país en el que todos los días aparece un actor político nuevo, con más acciones que no se sienten genuinas, porque saben a campaña.