Lo que aprendí contigo

Tienes que saber, Nabil, que tú has hecho más por mí de lo que seguramente yo haré por ti. Te amo hijo, gracias por existir
No sé si a otras madres les ocurre, pero esa maestría de vida que una hace con los hijos es un ejercicio intenso. Esta semana, Nabil cumplió once años y cada vez que miro hacia atrás encuentro su presencia como parte fundamental de cada gran decisión que tomé desde que él llegó.
Siempre me repito que los hijos son prestados, y que no podemos vivir a través de ellos, sino a su lado. Que nuestra vida no debe depender de lo que hagan, pero que podemos acompañarlos y sostenerlos (si ellos quieren). Es ese amor eterno y difícil que te es extraño hasta que no lo experimentas, ese amor que está ahí aunque haya días de cansancio, de cuestionamientos, de frustración, enojo e incluso dolor.
Cuando meses después de su llegada mi vida cambió, Nabil me llenó de fortaleza y coraje para seguir adelante. Pero más que nada desarrolló en mí la paciencia, una virtud que nunca he tenido.
Paciencia para aceptar las cosas como vengan, para comprender que hay situaciones que demoran en sanar, para ver resultados. Paciencia para que las cosas vuelvan a su lugar, para que otros sanen, paciencia porque cada uno tiene sus tiempos para madurar.
Y sí, pese a que solo tiene once años, es probable que no supiera todas estas cosas si él no hubiese llegado a enseñármelas. Es solo a través de las experiencias personales que entendemos el significado de la vida.
Agradezco este espacio que sirve para decir lo que pienso y que hoy me permite decir, además, lo que siento. Este es un homenaje a mi hijo, un reconocimiento al privilegio que implica tenerlo conmigo. Quiero que quede escrito que su vida ha sido nada más y nada menos que un impulso para la mía, que entienda que sus “te amo” me alimentan el alma, que sus llamadas para preguntarme a qué hora llego me hacen sonreír al otro lado del teléfono y que sus abrazos me recargan de energía. Tienes que saber, Nabil, que tú has hecho más por mí de lo que seguramente yo haré por ti. Te amo hijo, gracias por existir.