Carlos Emilio Larreátegui | ¿Hasta cuándo?

Exigir que se respete el orden internacional no es antisemitismo, es una exigencia moral
La semana pasada, el mundo presenció una vez más un ataque en la Franja de Gaza a manos de Israel.
En esta ocasión, una de las centenas de bombas arrojadas impactó en la iglesia de la Sagrada Familia -el único templo católico en el enclave palestino-, causando estupor en buena parte del mundo occidental.
La oficina del primer ministro israelí publicó un comunicado disculpándose por el ataque y afirmando que Israel no ataca sitios de culto.
Hasta la fecha se reporta que el 80 % de las mezquitas en Gaza han sido parcial o totalmente destruidas.
Quizá este era el golpe de realidad que nos faltaba en Occidente para mirar de frente la tragedia humana que asola Gaza desde fines de 2023 por este conflicto.
El brutal ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 no admite justificación alguna.
Pero la respuesta de Israel solo perpetúa el ciclo de violencia.
El impacto en la población civil es devastador.
Las cifras más conservadoras hablan de al menos 50.000 civiles muertos.
Un 90 % de la población ha sido desplazada y unos 15.000 niños han perdido la vida, marcando el mayor índice de mortalidad infantil per cápita en un conflicto desde la Segunda Guerra Mundial.
A pesar del inmenso costo, Israel no ha logrado, hasta ahora, su objetivo de liberar a todos los rehenes.
La existencia del Estado de Israel es un imperativo histórico y garantiza la seguridad del pueblo judío, perseguido por siglos.
Asimismo, como Estado, Israel debe respetar el derecho internacional y honrar su compromiso con la creación de un Estado palestino que cobije a ese pueblo, como establecen la resolución 181 de la ONU de 1947 y múltiples acuerdos posteriores firmados por el mismo gobierno israelí.
El mundo no puede seguir observando en silencio.
Exigir que se respete el orden internacional no es antisemitismo, es una exigencia moral.