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La voz de las familias

Avatar del Bernardo Tobar

De esta monocromía cívica solo se salvan los pueblos indígenas, los únicos que tienen el privilegio de “territorios” en los que rige su propio modelo y justicia

La autoridad aplica la ley selectivamente, casi siempre a los tontos y contribuyentes y excepcionalmente a los vivísimos, evasores o criminales, que se alzan con botín o amnistías. El Estado de derecho se rompió hace rato y no es posible juntar los pedazos siguiendo el mismo diseño; es inaplazable el debate de un nuevo modelo constitucional.

El federalismo, primera idea sobre la mesa, puede ser exitoso, como el suizo, o desastroso, como el argentino. En aquel, los cantones compiten por atraer capital, mediante acuerdos tributarios atractivos para el contribuyente; en este, por contraste, cada provincia pugna por ser la primera en ingresos fiscales. Con una población de 8,6 millones y un área similar a la combinada entre las provincias de Loja y Pastaza, Suiza -privada de recursos naturales- tiene un PIB de 750 billones, esto es 7 veces superior al de Ecuador y 50 % más que el de Argentina.

La sociedad no puede recorrer el futuro ni convivir pacíficamente sobre un vehículo político centralista, agravado al extremo con el bodrio de Montecristi, su hiperpresidencialismo, su dirigismo estatista y su visión excluyente, que solo admite al ciudadano cortado bajo el molde del buen vivir colectivista y suprime la diversidad de visiones de una población variopinta. Es, la del 2008, una construcción dogmática propia de credos y religiones, no de la ley, cuya función esencial es garantizar la libertad personal y su corolario, la tolerancia, no proclamar los mandamientos del ciudadano igualitario. De esta monocromía cívica solo se salvan los pueblos indígenas, los únicos que tienen el privilegio de “territorios” en los que rige su propio modelo y justicia.

Es urgente lograr un nuevo pacto social, que no parta de nociones precocidas en algún ‘think tank’ o foro de sabios o próceres, que luego es sometida en opción matancinga o burundanga a una masa poco entendida de lo que aprueba y hábilmente manipulada. Es la hora de escuchar la voz de las familias, el núcleo de la organización social, a través de un medio digital confiable y sin intermediarios, como ‘blockchain’ -inmune al CNE o Chuky7- a fin de entender, sobre cuatro o cinco preguntas sencillas, su posición en una suerte de mapa de calor, según se privilegie la libertad personal, el Estado mínimo, la estafa del Estado de bienestar, el comunismo indoamericano o la ausencia de Estado, que también es opción.