Guayaquil ya no es la Perla del Pacífico

Sino la perla del infierno, ante la arremetida de toda clase de delincuencia. Asaltan poniendo un pie afuera del domicilio, matan, andan armados y Policía y Ejército no pueden combatir a los asesinos pues las leyes los favorecen. Si los agreden el policía va a juicio y lo sentencian a tres años de prisión. Sálvese como pueda, no salga a la calle, duerma debajo de la cama, hagamos túneles bajo tierra. Es ridículo que los encarcelados no permitan que ingresen las autoridades a poner orden y los amenacen con sus armas. Como un experto en seguridad sugirió al presidente que la solución al problema carcelario era descongestionar las cárceles, comenzaron a dar libertad a miles. Resultado: más asesinos en las calles. El ingreso a las cárceles es como instalar puertas giratorias, por cualquier infracción salen libres; quedan limpiecitas para que los condenados sigan sus fiestas. No usan petardos, descargan armas de fuego que nunca logran decomisarles pues las tienen en túneles con pasadizos construidos por ingenieros. Todo es fruto del eslogan Sembramos futuro. Bien sembrado: estamos llenos de leyes a favor de maleantes con el enriquecimiento de abogadillos, fiscales y jueces corruptos. El Estado tiene obligación de proporcionar a los presos alimentos y atención médica cuando sea necesario. Nada de visitas conyugales: alquilan pareja para ingresar armas y droga, pregunten a los guías y directores de las cárceles. Aumenten recintos carcelarios fuera del perímetro urbano. A los menores de edad, encerrarlos cuando cometen actos delincuenciales en casa correccional y al cumplir mayoría de edad pasarlos a celdas de adultos, no dejarlos en libertad para que no sigan delinquiendo y burlen las leyes. Basta de tanta corrupción.

Antonio Abad Cornejo