Cartas de lectores | La partida de Gilda

Estudiamos juntas y compartimos la cátedra universitaria

Y con ella se agolpan los recuerdos en proporción directa a los años y a la intensidad de lo vivido; con seguridad, compartirlos con algunos-nas que también los están viviendo, atenúa esa ausencia en este lado del camino. Creo que recordar y recordarla nos une, nos humaniza, son secuelas de su paso que ahora sabemos, por las muchas muestras que se escuchan y visualizan, han sido fuertes.

Estudiamos juntas y compartimos la cátedra universitaria. Nos hermanó la literatura, y la maternidad; ahora nos quedan los sobrinos.

El mejor aprendizaje de la picaresca española lo saboreamos con ese grupo que se reunía con el profesor y amigo común Juan Ignacio. La estructura del cuento y su lectura en papel mimeografiado tienen la impronta de sus gestos corporales y aún está presente su mirada, que retrataba una forma de asombro particular de Gilda. Siempre esperábamos esa lectura suya que alcanzaba a ver lo inesperado.

Un amigo común me escribe en estos momentos de compañía, aunque se esté lejos: “Los recuerdos son como pequeños intentos de resucitarla, de volver a sentirla en un tiempo -el nuestro- y estar en un espacio que con ella compartimos”. Sí, Gilda nos dejó mucho, su jardín, su hermosa sala rodeada de libros y lo que consultábamos y discutíamos juntas o en grupo; lo increíble es que cada uno-una, los selló de distintas formas y maneras; “no son letras, son porciones de vida”.

María Cecilia Loor de Tamariz