Cartas de lectores | La obesidad del mal

Es que el ángel que se hizo maligno se ha engrosado

Sin duda el mal se está engordando. Su exceso de peso se avizora en el acto de dañar los trenes que conducen a miles diariamente hacia París, sede de los Juegos Olímpicos. Se evidencia en las deportaciones de los observadores de las elecciones presidenciales en Venezuela y en el que aspira ser vencedor por las buenas o por las malas, con baño de sangre incluido. El mal también se nutre de los actos histriónicos y bufonadas que habla el expresidente del Consejo de la Judicatura, acusado de delincuencia organizada y obstrucción a la justicia, quien grita a jueces, a policías y a la gente que no comparte su peculiar visión de la vida. Para ciertos asambleístas, el ‘diablo’ es aún un ser angelical. Cada día que pasa el mal termina con la vida de gente usando balas o dinamita, causando terror entre quienes luchan por el pan de cada día. Los amantes de sus egos, matones, mentirosos, los que hurtan y roban todo lo que pueden, los soberbios, los que se regodean en la lujuria, los que ambicionan con desmedida codicia las riquezas de otros y los que nunca se cansan de aterrorizar a los pacíficos se están apoderando del mundo y esto empeorará cada día. Compruébenlo en las páginas bíblicas que mencionan a una astuta serpiente al comienzo de la Creación, la cual termina convertida en un enorme dragón al final de los tiempos. Es que el ángel que se hizo maligno se ha engrosado, en mórbida obesidad, hasta convertirse en un monstruo gordinflón que aterroriza a la humanidad y se opone al plan divino de paz y amor eterno.

Gustavo Vela Ycaza