Cartas de lectores | Natividad del Señor, un tiempo de reencuentro con la fe

El cristianismo a lo largo de su historia ha sufrido un desgaste atroz

El 25 de Diciembre los cristianos celebran el nacimiento de Jesucristo, su dios. Esta fecha de celebración fue establecida por el papa Liberio en el año 354. Varios historiadores ubican el nacimiento de Jesús en alguna fecha no verificada de los meses de marzo o abril. En un principio los romanos persiguieron al cristianismo, no olvidemos que Poncio Pilatos, jefe de la villa, se lavó las manos y permitió su crucifixión, acto que lo hizo eterno. En el 313 el emperador Constantino I promulgó el Edicto de Milán, que finalizaba la persecución represiva contra los cristianos y decretaba la libertad religiosa; recordemos que Roma profesaba una fe politeísta, adoraba a varios dioses.

Con el nacimiento de Jesús la gran mayoría de fieles del mundo comenzaría a querer a un solo dios, se convertirían en monoteístas. El cristianismo hoy abarca a varias religiones: el catolicismo, que supera el billón de fieles en todo el orbe, y las religiones protestantes nacidas del cisma de Martín Lutero en el siglo XVI: evangélicos, bautistas, metodistas, testigos de Jehová, pentecostales, etc. Pese a tener varias diferencias, al catolicismo y al protestantismo los une el amor a Jesucristo. El cristianismo a lo largo de su historia ha sufrido un desgaste atroz; en nombre de la religión se iniciaron guerras, se ha perseguido a minorías étnicas, se quemaron a mujeres en la hoguera acusadas de brujería, y hasta se encarceló a científicos que decían que la Tierra se mueve. Jesús nunca hubiese hecho algo así. Fue un revolucionario, estaba del lado de los pobres, de los sin techo, de los parias, del pueblo. No es casualidad que el actual Papa, Francisco, haya escogido precisamente el nombre del santo que renunció a toda su fortuna para irse a profesar la fe de Dios junto a los pobres. Francisco se acerca más al Concilio Vaticano II iniciado por Juan XXIII, que sentó las bases para renovar la Iglesia y acercarla más a los fieles. No por gusto Francisco ha moderado el discurso de la iglesia hacia las minorías LGBTIQ+ antiguamente marginadas por el catolicismo. No obstante queda mucho por hacer aún. Jesús nos convoca siempre a la empatía y al amor al prójimo. Por ello en Navidad, cuando se celebra su nacimiento, la familia se une y se llena de alegría; qué mejor acto de fe que la unión. Que nada ni nadie nos separe nunca de lo verdaderamente importante: el amor al otro, el respeto, la igualdad; como siempre quiso e hizo Jesucristo.

Pablo Virgili Benítez