Cartas de lectores | ¡Todos tienen una madre!

Y es que para cada uno de nosotros ella es única.

Ninguno como la mía. Así rezan los primeros versos de la memorable canción del cantautor Leo Dan.

Durante décadas, en este día, ha sido y es la más cantada en el mundo hispanoparlante.

¡Se ha convertido en un verdadero himno a la autora de nuestros días!

Yo mismo la habré tocado en mil y un serenos.

Y es que para cada uno de nosotros ella es única.

“Ninguno la tiene, solo yo”.

Por eso decimos: “eres la mejor madre del mundo”, aunque nunca haya participado en algún concurso con tan singular fin.

Por eso: “Yo le pido a Dios rezando...

Que siempre te pueda tener a mi lado y decirte cuánto te amo.

Que si te he sido ingrato me puedas perdonar.

Que nunca olvide cuánto me has querido, desde que estuve en tu pancita.

Que siempre tenga presente todo lo que hiciste por mí, cuando niño y después.

Que nunca olvide que el amor más puro es el amor de madre.

Que recuerde que debo agradecer todos los días por ser tu hijo, por tenerte.

Que si ya estás a su lado, en el Cielo, madrecita, seas mi ángel de la guarda, y no me desampares ni de noche ni de día.

¡Amén!

Si la madre de la que hablamos es la esposa, o también la hija de uno, entonces el gozo es mayor. Porque estaremos hablando de la madre de nuestros hijos y la madre de nuestros nietos.

¿Qué más se puede pedir a la vida?

Nada, solo dar gracias, gracias, y más gracias.

Con mucho cariño a la madre de cada quien.

Roberto Montalván Morla