Cartas de lectores | La eliminación del subsidio al diésel: los verdaderos ganadores
Eliminar este subsidio implica un costo político, como se evidenció en gobiernos anteriores
El decreto 126, que elimina el subsidio al diésel, sorprendió al país, pero representa un paso clave hacia el sinceramiento de la economía. Este subsidio, vigente por más de cinco décadas, no cumplió su propósito y ha costado al país cerca de 65 mil millones de dólares. En economía, el concepto de coste de oportunidad nos invita a reflexionar en qué más se pudo invertir esa suma: hospitales, escuelas, carreteras o menor endeudamiento. En cambio, terminó beneficiando a unos pocos.
Los subsidios deben ser temporales, focalizados y eficientes. En el caso del diésel, ninguno de estos criterios se ha cumplido: no ha sacado a la gente de la pobreza, no llegó a los más necesitados y ha financiado actividades ilegales o lujos que la mayoría no puede permitirse. Esto plantea serias dudas sobre su efectividad y legitimidad.
Eliminar este subsidio implica un costo político, como se evidenció en gobiernos anteriores. Sin embargo, el presidente Noboa, al hacerlo en medio de un proceso de consulta popular, demuestra su intención de sanear las finanzas públicas, reducir el déficit fiscal y atraer inversión. No se trata de complacer a acreedores, sino de mejorar las condiciones del país a largo plazo.
El Gobierno ha implementado medidas para mitigar el impacto del alza del diésel (de 1,80 a 2,80 dólares). Aunque habrá un efecto inicial, este será mayormente especulativo. Es clave mejorar la eficiencia en sectores como el transporte, donde optimizar la carga puede reducir costos. Las autoridades deben vigilar para evitar abusos en los precios al consumidor.
Los dirigentes que se oponen deben comprender la urgencia de esta decisión. Un subsidio que le cuesta al país 1.100 millones de dólares anuales y genera más problemas que soluciones no puede mantenerse. Los subsidios no son derechos permanentes. El país gana al corregir estas distorsiones que han favorecido a pocos, a costa de todos.
Jorge Calderón Salazar