Cartas de lectores | Celec y la moto

Mi otro sueño imposible era convertirme en gerente de Celec

Una noche decidí dejar en libertad absoluta a mi imaginación onírica y me vi enfrentado a soñar con dos cosas que siempre quise hacer, pero nunca pude: la una, comprarme una poderosa y ruidosa motocicleta para sentir en mi rostro el aire fresco. Sacar la moto a las calles, destrozar el tubo de escape romper los tímpanos de los vecinos, cruzar velozmente avenidas, zigzaguear entre los autos, pasarme semáforos en rojo, subirme a las veredas, irrespetar las filas de autos y meterme yo primero. ¡Adrenalina a borbotones! Gozar de la libertad que tengo para usar o no casco. Además, llevaría hasta tres personas más montadas en mi moto, y si quiero sacar a pasear al perro de la casa, lo subo también, si es que me da la gana. Mi otro sueño imposible era convertirme en gerente de Celec, para poder regalar plata ajena por decenas de millones a todos los que venden chatarra en el norte y en el sur del continente. Espero que nadie proteste ni me diga nada. Haría negocios en los que perdería todo lo posible, les daría a los empresarios extranjeros todo lo que ellos desean. No pediría garantías de nada. Recibiría gustoso y con una sonrisa chatarras oxidadas, máquinas obsoletas y los vejestorios recién pintados que ellos me manden. Les pagaría puntualmente y con yapa por sus gestiones. Eso sí, esperaría algún regalito o regalazo de su parte por mi enorme generosidad. Ahí es cuando me desperté nervioso y sudando a chorros y me di cuenta de que, gracias a Dios, no tengo moto ni soy gerente de Celec. ¡Uf, qué alivio!

Gustavo Vela Ycaza