Ni carnaval ni libertad

Esa fiesta no es de un país, cultura, ni religión, sino una de las manifestaciones más antiguas y eficaces de democracia

Acaba de morir, arrinconado y echado simbólicamente junto al río Manzanares, el Desfile de Carnaval. Resucitado tras la muerte del dictador, llegó a reunir en la Castellana más de 160 grupos. Hoy la gran mayoría de los ciudadanos ni se ha enterado de su existencia. Hay que recordar a los jóvenes que esa fiesta no es de un país, cultura, ni religión, sino una de las manifestaciones más antiguas y eficaces de democracia; una crítica satírica temida por los enemigos de la libertad. Que las técnicas modernas podrían servir y sirvieron un tiempo para ampliar su eco; hoy son utilizadas -por intereses políticos o económicos- para ahogar los gritos del pueblo reclamando sus derechos.

Martín Sagrera Capdevila