¡Auxilio, auxilio! ¡Sálvese quien pueda!

Las fieras delincuentes están sueltas, no hay autoridad que nos proteja. La Perla del Pacífico ahora es la selva roja. A cada minuto suceden horripilantes crímenes, asaltos a mansalva, violaciones, suicidios, desmantelan vehículos, día y noche roban hasta las rejas de las casas, de los parques de las vías rápidas, las luminarias que están a la altura de 5 m o más. Roban de todo, incluso los bancos de los parques y las casas abandonadas por fallecimiento de los dueños, que pasan en litigio entre los herederos que se pelean entre ellos por recibir más dinero. Transcurren años en estos pleitos, mientras delincuentes de toda categoría desmantelan totalmente las viviendas, que por último se convierten en refugios de consumidores de droga, día y noche, amargando a los vecinos.

La policía, gracias. No sirve para nada; están desprovistos de toda garantía como autoridad porque hay muchas leyes que protegen a los delincuentes. Las bandas delincuenciales poseen la última tecnología y hasta drones, que utilizan para evitar la presencia policial. Estas leyes las dejó como recuerdo el prófugo de la justicia RC, y tuvo la audacia de querer postularse aunque sea como mensajero de los diputados.

Todos los habitantes de Guayaquil estamos tras las rejas, mientras las bandas de delincuentes caminan frente a los policías que están maniatados. Las UPC no sirven para nada; a pocos metros de ellas se cometen delitos y hasta en su interior. Los policías no se dedican a ver la actuación de los delincuentes o peor, están dormidos. Recomiendo con el dolor de mi alma a turistas nacionales y extranjeros no visitar Guayaquil ya que no hay autoridad que los frene.

Vemos a diario en la televisión local asaltos con escenas terroríficas que repiten 20 veces, dando oportunidad para que visualicen lo fácil que es robar y quedar impune. Estamos obligados a diseñar y ubicar refugios bajo tierra ante tanto bombardeo delincuencial. Socorro y derechos humanos solo para los delincuentes.

Antonio Abad Cornejo