Cartas de lectores

Adormecer a los inocentes

Aclarémonos, porque no se puede servir a dos señores

Estas Navidades, un conocido personaje dio un conmovedor grito de alerta para que no olvidemos el ayudar, al ser tantas las tragedias, a los más necesitados del mundo. Lo único malo es que lo dice desde un monumental complejo, con un trono de oro, siendo también dueño de un banco y viviendo de las rentas de un incomparable museo. De todo ello no da, al contrario de muchos otros multimillonarios, ni el uno por ciento a los pobres, a pesar de pretender ser el mayor representante de Quien exigió a los suyos que lo bueno, lo sagrado, es que ayudaran a los necesitados como si fueran Él mismo. Pero la inmensa mayoría de ellos, como María y José, tendrían a Jesús en un establo, al estar cerrados hoy también los incontables inmuebles vacíos de su “representante”.

Para tranquilidad de los demás ricos, no cabe mejor ejemplo que la política adormecedora para los inocentes de ese montaje demagógico para el que se ha elegido oportunamente, como el mejor profesional, a un argentino, jesuita, que se autodenomina un segundo Francisco. Aclarémonos, porque no se puede servir a dos señores.

Diego Mas