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La obra es interpretada por César Santos y Omar Bonilla.Cortesía

Teatro, danza y poesía convergen en la onírica obra El Conejo de Schrödinger

La compañía GatoRelato/Escena explora los sueños, la locura y la creación en una pieza que se estrena en Quito

En una misión lunar, un astronauta solitario se enfrenta a sus propios límites existenciales, acompañado por Harvey, un conejo gigante que irrumpe en la escena con humor, ternura y desquicio.

Así inicia El Conejo de Schrödinger, una obra de teatrodanza surrealista escrita y dirigida por Nadinka Flores y Pedro S. Montoya, de la compañía GatoRelato/Escena.

La obra, protagonizada por César Santos y Omar Bonilla, atraviesa estilos escénicos diversos —del cine negro al teatro documental, pasando por el videojuego y el ballet— para plantear una pregunta crucial: ¿los sueños nos habitan o somos nosotros quienes los soñamos?

"El Conejo de Schrödinger es una invitación a mirar la vida con los ojos del asombro, a no dejar morir los sueños y a comprender que somos dioses en pijama, capaces de crear universos enteros a través de la imaginación", señalan sus directores.

¿Cuándo se presenta?

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La pieza se presentará el viernes 25 y sábado 26 de julio a las 19:00, y el domingo 27 de julio a las 17:00, en la Sala de Artes Escénicas Mariana de Jesús de la Casa de las Culturas. El costo de ingreso es de $15 para público general y $8 para estudiantes.

Con una escenografía minimalista y una banda sonora envolvente, El Conejo de Schrödinger lleva al espectador por un viaje sensorial que desafía las leyes de la lógica. La interacción entre los personajes, especialmente entre el astronauta y su extravagante compañero Harvey, que pone en jaque las nociones de cordura, tiempo y realidad. Cada escena es una puerta hacia una dimensión distinta, donde el lenguaje del cuerpo y la palabra poética conviven en armonía desconcertante.

El montaje también busca interpelar al público sobre el poder de la ficción y el papel del arte como refugio, espejo y detonador de reflexión. Inspirada libremente en el célebre experimento cuántico del gato de Schrödinger, la obra sugiere que el conejo —como símbolo de lo improbable— está vivo y muerto a la vez, dependiendo de quién lo observe. Así, el espectador se convierte en parte esencial de esta ecuación escénica, donde el límite entre lo real y lo imaginario se difumina con cada movimiento.

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