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MARIA LORENA ALVEAR
En los detalles cotidianos encontró la motivación para vencer el miedo.Foto: Alejandra Ruiz

María Lorena Alvear: "A mis hijos les diría que su mamá nunca se rindió"

La diseñadora de interiores comparte su experiencia de lucha y fortaleza tras superar un diagnóstico de meningioma cerebral.

Este Día de la Madre la encuentra en casa. María Lorena Alvear tiene 31 años, es diseñadora de interiores, madre de Lorenita y José Carlos, y estuvo en San Francisco. No por turismo ni por trabajo, sino por salud: allí recibió un tratamiento para evitar que reaparezca el meningioma que le extirparon hace apenas unos meses en Stanford. “Fue un reseteo. Renací. Hoy vivo un día a la vez”, dice, sin dejar de sonreír. Y aunque lo cuenta con calma, la historia de esta guayaquileña tiene la potencia de esas que conmueven sin necesidad de exagerar nada.

Todo comenzó con una sensación de presión en el ojo. Después, vinieron los exámenes y la palabra que ninguna madre joven espera escuchar: tumor. “Me pregunté: ¿por qué a mí? ¿En qué fallé? Pero entendí que si Dios me puso ahí, es porque iba a poder con eso”, dice. La operación fue de 12 horas, pero exitosa. El tumor estaba encima del cerebro, lo que permitió extirparlo por completo. Ahora le quedan controles cada seis meses, y una fe profunda que, según ella, fue la clave para atravesar lo peor: “Me agarré a Dios, dormía abrazada a la Mater de Schoenstatt. Le pedía que no me soltara”.

Hay algo que repite a lo largo de la conversación, como un mantra suave pero firme: todo se puede lograr si luchas. Por eso quiere acompañar a otras mujeres que estén atravesando lo mismo, formar una red de contención. “Desde que conté lo que me pasó, muchas personas se me acercaron. Pero de esto casi nadie habla, y compartirlo ayuda. A otros, y a una misma también”, cuenta. Y agrega: “Mi cuerpo es un guerrero. Me acepto con más amor y más calma”.

Y cuando se le pregunta, ¿qué quiere dejarle a sus hijos cuando recuerden esta etapa? No duda ni un segundo: “Que su mamá nunca se rindió”.

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Cara a cara

¿Cuándo comenzó todo esto que le pasó ?

El 6 de marzo del año pasado. No sentía nada, pero fue la intuición de mi madre lo que me salvó. Me insistía en que me haga revisar una vena cerca del ojo.Así que hicieron un escáner de órbitas. En la imagen no había nada, pero pidieron autorización para escanear cerebro. Y ahí fue cuando encontraron el meningioma del tamaño de una pelota de tenis.

¿Cómo logró llegar a la operación en Stanford?

El doctor en Guayaquil le dijo a mi mamá que si yo fuera su hija, me llevara a operar ya. Gracias a mi hermano, que vive en Estados Unidos, pudimos conseguir la conexión con la directora de neurocirugía. Todo se alineó. Fue una bendición.

¿Qué palabras encuentra una madre para hablarles a sus hijos pequeños sobre un tema tan serio?

Ellos eran pequeños, tenían 4 y 2 años. Con mi esposo (José Xavier Zunino) les dijimos que yo tenía algo en la cabeza que tenían que sacarme. Que íbamos a estar un tiempo afuera para curarme. Fue una explicación suave pero adaptada a su edad.

¿Qué le diría hoy a su cuerpo después de todo lo que vivieron juntos?

Que es un guerrero. Lo valoro más, me acepto más. Hoy estoy más en calma.

¿Cómo hizo para lidiar con el miedo?

Yo me agarré a Dios. Rezaba todos los días y decía: “Por favor, no me sueltes”. La primera noche dormí abrazada a la Mater (Virgen María de Schoenstatt). Y ella fue todo para mí.

¿Qué aprendió sobre el ritmo en el que vivías antes del diagnóstico?

Que no se puede vivir corriendo. Aprendí a valorar el minuto, el segundo. Antes era una Supergirl, pero un día te das cuenta que todo puede cambiar de golpe.

María Lorena Alvear
Después de la tormenta, el valor de lo simple: caminar juntos, estar presentes.Foto: Alejandra Ruíz

¿Qué le dirías a otra mujer que esté atravesando lo mismo?

Que confíe. Que en lugar de preguntarse “¿por qué me pasa esto?” mejor sea “¿para qué?”. Dios no te pone en una situación así si no vas a poder con ella.

¿Cree que compartir su historia puede servir a otras personas?

Sí. Todo el año estuve callada, pero sentía que no podía guardarme esto. Lo que viví tiene que ayudar a otros, aunque sea un granito de arena.

¿Qué lugar ocupa hoy su fe?

Es todo. Dios me sostiene, y por eso sé que estoy viva para algo más.

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