Cultura

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En Chibuleo, Pasa y Quisapincha Salasaca aún quedan chozas hechas de adobe y sigse Este sistema constructivo es parte del patrimonio material ecuatorianoYadira Illescas

Se pierde la memoria ancestral de casas indígenas en Tungurahua

En Chibuleo, Pasa y Quisapincha Salasaca aún quedan chozas hechas de adobe y sigse. Esto es parte del patrimonio material ecuatoriano 

En las comunidades indígenas también se ha remplazado el uso de materiales ancestrales para construir grandes viviendas de hormigón. Así de a poco se pierde la memoria ancestral.

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“Es fundamental comprender que estas casas no son solo estructuras físicas, sino que también son símbolos de la conexión entre las comunidades indígenas y la tierra en la que han vivido durante generaciones. Las viviendas ancestrales son lugares sagrados que representan la historia y la identidad de cada pueblo que deberían preservar esa memoria”, expresa la arquitecta María Rosales.

Las pocas casas que aún se mantienen son de tierra y aún así no se siente el frío en las comunidades a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar. La cubierta es de sigse (paja) y las paredes de abobe y dentro de esos muros todo es cálido.

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El adobe se consigue de una masa de barro y paja, moldeada en forma de ladrillo y secada al sol que se utiliza para levantar el sitio que se va habitar. Esta forma de construcciones se las mantiene desde antes de Cristo, explica el historiador tungurahuense Víctor Hugo Navas.

Nicolás Malisa es de los pocos que conservan y habitan en las chozas. A sus 86 años aún guarda intactos los recuerdos de su niñez. Habita en Chibuleo Alto y asegura que sus padres lo criaron en una casa de adobe y para construirla se unieron en minga todos en la comunidad.

Las casas ancestrales de las comunidades de Ambato parecen champiñones por fuera, pero por dentro son una pequeña bodega, en algunas tienen estrechos compartimientos o ventanas.

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Juan Caluña, también de Chibuleo, tiene una pequeña casa de ladrillo y recuerda con añoranza que creció en una choza. “En el tiempo de nuestros abuelos se hacían las casas solo con adobe, en la actualidad se ha cambiado por un estilo de vida más moderno y así se pierde la costumbre de los pueblos. Todo cambia en la vida. En esa época no se necesitaba de tantas colchas o abrigos. El adobe mantiene el ambiente caliente”, dice el comunero.

En las comunidades indígenas de Tungurahua aún quedan chozas, son pocas y están en medio de elegantes o grandes construcciones de cemento.

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Rosa Tixilema es de las que también ha preferido mantener la choza que es heredada de sus padres. No se ha quedado atrás de la modernidad, también tiene su casa de dos pisos de hormigón, pero desea conservar parte de sus raíces que es el lugar donde estuvieron sus abuelos y se criaron sus padres. La choza que conserva la utiliza como cocina y bodega de alimentos en el barrio San Juan de Dios de Chibuleo.

Para construir las barracas no necesitaban de mucho. Requerían de bahareque, barro, madera, carrizo, soguillas y paja. Materiales que se encontraban en el páramo.

Las paredes son de 80 centímetros de ancho por 1,80 metros de alto. Algunas tienen ventanas pequeñas y techos de hojas, todo era de acuerdo al gusto del dueño de la vivienda. Nicolás Maliza asegura que colgaban la carne de los animales que faenaban, ya sea de borrego, chancho o de res para que se seque y se preserve porque la temperatura que se genera dentro de las casa permite conservarla.

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Por su parte, Manuel Cosquillo, de Illagua Grande, asegura que ahora las pocas casas que quedan se convierten en parte del atractivo de las comunidades de las zonas altas y son de interés para los turistas. “De a poco se pierden porque los herederos las botan para construir casas modernas. Pero promovemos para que se conserven porque es parte de nuestra historia ancestral”, sostiene.

“La pérdida de las casas ancestrales indígenas en Tungurahua es un problema grave que debe ser abordado de manera urgente. Es necesario que se tomen medidas para preservarlas y garantizar que las comunidades indígenas puedan mantener su conexión con su historia y su tierra ancestral”, añade Navas.