Son 23 años de la locura de poner huella y registrar marca propia a su producción de atuendos tradicionales. Así repasa la artesana cuencana, Carmen Cuji, de 52 años, la evolución que ha dado a la elaboración de polleras y blusas rurales para convertirlas en trajes urbanos bajo el sello de ‘Cholas’. Que tenía apenas 20 años de edad en 1991, cuando junto a su madre Tránsito Gómez y algunos familiares aprendió el arte de la costura y confección.

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Fue para hacer polleras, el colorido e icónico traje de la chola cuencana. De paño importado e hilos especiales para el bordado y lentejuelas muy brillantes y de distintos colores, que eran como le gusta a la mujer de la ruralidad, principalmente a las esposas de los migrantes en el exterior, recuerda Carmen. “Vendíamos muy bien, los trajes nos compraban para la víspera de la fiesta, para la fiesta y para después de la fiesta. Nos pagaban bien”, cuenta la artesana. Eran de seis metros y todo bordado y pesaban entre 15 y 18 libras, precisa Carmen.

Con un suspiro y mientras se recrea entrelazando a mano unos hilos finos para formar un bordado con los colores del arco iris, adujo que en 2000 y como parte de la crisis bancaria y del proceso de dolarización en el país, el negocio decayó.

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“Fue ahí que pensé profundamente y se me vino a la cabeza la locura de dar cambios al diseño del traje típico cuencano con un progreso para que las prendas lo puedan usar las mujeres en los distintos ámbitos de los sectores urbanos”, cuenta Cuji, de piel canela y baja de estatura, en su taller situado en la comuna de Tierras Coloradas, a 10 minutos del centro parroquial de El Valle, suroeste de Cuenca (provincia del Azuay). No levanta cabeza el momento de bordar y cortar las telas, las que ahora son más sencillas, menos gruesas y livianas.

Los bordados actuales mantienen vigente la identidad cultural de la chola cuencana y “me he planteado ampliar y diversificar un catálogo para vestir también a los ‘cholos’, asegura la artesana mientras muestra una colección se zapatillas tejidas con hilos de múltiples colores, muy atractivas.

Con su plan de trabajo ha creado fuentes de empleo para unas diez costureras de su barrio, las que entregan los elaborados listos para el proceso del bordado, arte que plasma con sus propias manos en el ropaje.

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En algunos de los productos, principalmente en la elaboración de zapatos y zapatillas, es su esposo Esteban Guayllas, quien le colabora con las parte hechas en madera, como los tacos y plataformas, señala Carmen Cuji.

La locura se ha cumplido tras el registro de la marca ‘Cholas’, dada a las confecciones de Carmen Cuji, nombre que hace referencia a la mujer cuencana y es susceptible de protección en el Servicio Nacional de Derechos Intelectuales (Senadi).

Es un término de identidad y que refiere a la población originaria de Cuenca, nacida del mestizaje, “y es eso lo que intento mantener con mi arte” recalca la artesana.

• El origen. En 1999 se instaló en el Centro Municipal Artesanal (Cemuart) su primer punto de ventas. Aprendió procesos de formación y capacitación en la Fundación Paúl Rivet y Sendas.

• Capital inicial. Con un capital inicial de 400.000 sucres (16 dólares, al cambio de antes de la dolarización), la artesana se propuso mantener vigente la identidad cultural de la chola, que hoy da nombre a su marca: ‘Cholas’.

• Una herencia. Carmen Cuji es parte de 15 artistas manuales que por herencia mantienen viva la tradición de la costura y cuentan con certificación a la excelencia otorgada por el Centro Interamericano de Artes y Artesanías.