Cerro azul
Jóvenes y adultos llegan al punto para pasar un rato ameno y conectar con la naturaleza oculta de Guayaquil.Christian Vinueza / EXPRESO

Cerro Azul, una selva oculta en Guayaquil

Una cascada estacional que renace cada invierno se ha convertido en un atractivo en la ciudad. La ciudadanía lo compara con una Amazonía en miniatura

Una Amazonía en la Perla del Pacífico. Escondida en medio de la naturaleza y ubicada al final de un camino poco conocido en Guayaquil, se encuentra la cascada estacional de Cerro Azul. Un manantial que renace cada invierno, en la temporada de lluvia, y que este año más que nunca ha cautivado a los habitantes.

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Esta ‘piscina’ natural que se esconde en medio de la montaña, ubicada a orillas de la Perimetral y cuya extensión bordea las 770 hectáreas; acoge a familias enteras que cada fin de semana o tras un día intenso de lluvia, llegan al lugar para hacer senderismo, nadar o armar un pícnic. “Ir después de que ha caído un aguacero es espectacular, porque ves la ‘piscina’ al ras, llena. Y la cascada se vuelve enorme. No es nada peligroso. Es increíble que haya esto en Guayaquil”, piensa Andrea Bermúdez, quien intenta ir cada semana.

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Para llegar al corazón del cerro, donde se encuentra la ‘minicatarata’, hay que subir por una escalinata empinada de unos 30 metros de altura (que a la hora de bajarla, pondrá a prueba su adrenalina), atravesar un riachuelo que se ha formado por las lluvias y que asimismo ha conquistado a los visitantes por estar rodeado de árboles y animales que de vez en vez aparecen, entre ellos monos que brincan de un árbol a otro; para finalmente llegar a la cascada que, cual película de Indiana Jones o Lara Croft, está escondida tras las raíces de árboles y piedras. La vista que hechiza a cualquiera.

El riachuelo, situado a 200 metros de la carretera principal, es un punto fijo para fotografiarse. No hay quién se resista a ello.

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Aquellos con espíritu aventurero o quienes buscan escapar de la monotonía, según reconocen a EXPRESO, han logrado hallar en el sitio esa paz que, advierten, el área urbana ya no les da.

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“Muchos creerán que por el sitio estar alejado, experimentas cierto temor. Pero no es así. Al instante en el que empiezas a caminar, respiras. Realmente lo haces. No sé cómo explicarlo, pero escuchar las hojas que piso, el trinar de los pájaros, ver todo verde, árboles gigantes, me quita hasta el miedo. Juro que no estoy hablando con romanticismo porque romántica es lo último que soy. Pero este bosque es otro nivel. Es una Amazonía urbana”, señala Katherine Reinoso, habitante de Urdesa, que el fin de semana fue en compañía de su novio y Tequila, su perro salchicha al lugar.

No supe de este lugar hasta hace una semana, recién llegué a conocerlo y ya quiero volver cuatro veces más.

Allesson Granja, ciudadano

Para Allesson Granja, de 21 años, no existe comparación entre este espacio y las piscinas públicas que hay en la ciudad. “Habrá quienes digan que es lo mismo, que igual te puedes refrescar, que en las otras hay incluso olas artificiales. Y aunque sí, son bonitas, esto es casi que estar en un cuento de hadas. La vista es única y tú te llevas de experiencia, lo que quieras. Yo me llevo el momento: el hecho de caminar y palpar sobre cada piedra, y de alzar la mirada y no ver a veces ni el cielo porque, como nunca, ves un techo verde. De plantas que se juntan”, advierte.

Es la primera vez que vengo acá, es hermoso. Pero siento que las autoridades deben venir y darle más cuidado a la cascada.

Glendy Briones, ciudadana

Para muchos, el recorrido es un circuito de aventura porque como la tierra no es completamente estable, uno tiene que buscar el equilibrio a la hora de caminar. Y el experimentado, lo puede hacer solo, abriendo quizás los brazos y cual malabarista caminando. Y los que no, podrán ayudarse de las cuerdas que cuelgan de las especies y sirven como lianas.

Cerro azul
Las cascadas son un buen sitio para disfrutar de la naturaleza.Christian Vinueza / EXPRESO

Quienes frecuentan el sitio, cuyo recorrido desde la carretera (entrando por el kilómetro 13,5 de la Perimetral, cerca del ingreso de la Espol) hasta la cascada es de alrededor de 25 minutos; hacen énfasis en que las autoridades deberían aprovechar su existencia natural para explotarla, “en el buen sentido de la palabra”.

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“Quizás si crean una ruta más segura, eso sí, igual de rústica; o construyen pequeños espacios para descansar con materiales con bambú, nada invasivo, la visita sea todavía más grata. También urge que se coloquen, por ejemplo, letreros para que nadie ensucie el cerro o vaya la gente con parlantes. No he sido testigo de que hagan esto, pero uno nunca sabe. Y es mejor prevenirlo, desde ahora”, argumenta Daniela Penilla, habitante de la décima etapa de la Alborada; que el pasado domingo estuvo en este bosque por primera vez.

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“Me he acostumbrado tanto a la ‘selva de cemento’ que el simple hecho de ver tanta vegetación me parece increíble”, señala Francisco Trujillo, quien vive en Ceibos y conoció el lugar a través de Twitter, razón por la que se armó de valor y decidió conocerlo.

Cerro azul
Entre piedras y lianas el visitante se encuentra con el ingreso del afluente..Christian Vinueza / EXPRESO

“El miedo es lo que primero te ataca, uno piensa que va a estar en un escenario inhóspito y que te van a robar. No es el caso. El sitio es de paz. Es como estar en Baños (Tungurahua). Sí, es un pedacito de Baños. Lo ideal fuera que haya guardabosques. Este pulmón guayaquileño está logrando que la gente no quiera salir de la ciudad y eso hay que aprovecharlo y valorarlo”, indicó Camila González, residente de La Garzota; que teme que la montaña, como otras en el Puerto Principal se vuelva atractiva para las constructoras.

Cerro azul
Durante el trayecto el visitante se encuentra con un riachuelo que lo lleva a la cascada.Christian Vinueza / EXPRESO

González fue en busca de aventura al cerro Azul solo el mes pasado, tres veces. Allí encontró eso y un grupo de amigos senderistas.

“Yo no practico senderismo, pero conocí personas que lo hacen y que viven prácticamente en el bosque protector cerro Paraíso y cerro Blanco. Me contaron mil maravillas e iré con ellos a un nuevo recorrido. Estoy feliz que haya una comunidad de senderismo, es genial. Al fin, algo nuevo que hacer en la ciudad”, piensa. Esto es como los grupos de ciclistas, argumenta.

Cerro azul
El visitante va por un camino empinado; pero hay cuerdas para sujetarse y no caerse.Christian Vinueza / EXPRESO

Michael Quishpe, quien se encontraba en la zona jugando vóley con sus amigos el pasado 26 de mayo, reconoce que el cerro se ha convertido en el punto ideal para darse chapuzones. “Salto desde las rocas como si fuera nadador olímpico. La experiencia es inigualable. Por eso solo quiero que lo protejan. Aquí hace un año hubo un incendio forestal. La zona es un diamante en bruto y es nuestro. Es Guayaquil. Aquí puede fomentarse el turismo local, que es lo que nos urge como ciudad”, piensa.

  • Su desarrollo, en análisis

El pasado 1 de junio, el Municipio reconoció que los cerros ubicados en vía a la costa tienen el potencial para convertirse en senderos turísticos y ser una ciudad sostenible. Por ello, representantes de la Dirección Municipal de Ambiente, de la Espol y de Holcim se reunieron para analizar la situación de la zona; y analizar qué proyectos podrían ejecutarse.