Y vienen por mas

Lo que sucede en este país es como para escribir una novela. No sé si cómica o de terror. Que aparezca de la nada en medio del campo y sin que nadie sepa cómo, una fábrica de acero del tamaño de un estadio, sin haber pagado derechos de aduana sobre una descomunal maquinaria de 30 millones de dólares y sin permisos municipales, ambientales o de importación, carece de explicación alguna. Pero aunque esto sea asombroso, lo es más que un tipo de veintitantos años pueda tener un título de ex ministro de Estado a tan temprana edad, esté preso por haberse robado cientos de miles de dólares, comprado casas y autos con el dinero producto del robo, y encima tenga un partido político. O que un montón de mafiosos que han saqueado sin piedad al país se den el lujo de recibir financiamiento del Estado, inscribiendo sus candidaturas como si no hubieran hecho nada. Manejar esto es tan simple como aplicarles el mismo trato que se le dio a Ramiro González, a quien se lo enjuició por no poder demostrar de dónde salió el dinero y las propiedades que tenía. No es ningún secreto dónde están las casas, los terrenos, los autos, las fábricas e incluso ¡las playas! , de todos estos rateros que en la forma más descarada se nos presentan ahora como candidatos para una función pública. ¿Cómo le hacemos entender al Ecuador que no se puede ser funcionario público si no se es honesto, porque se va a manejar fondos públicos? La ley de muerte civil para que los pillos no puedan ser candidatos, originada en la consulta, no avanza. Pero además, fíjense en la forma en que se amarran las cosas en este país: la Constitución dispone que no podrán ser candidatos “quienes hayan recibido sentencia condenatoria ejecutoriada por delitos sancionados con reclusión, o por cohecho, enriquecimiento ilícito o peculado”. Es decir que -a guisa de ejemplo- el solitario George, que no ha sido condenado por ninguno de estos delitos sino por asociación ilícita, podría ser candidato y ganar las elecciones con el apoyo del partido del “cortamanos”. Nos están viendo la cara. Vienen por más. Y lo estamos permitiendo.