Imagen. Son pocas las fotografías de los últimos días de JJ vivo en Guayaquil.

Ultimos momentos

Su amor propio estaba en un punto muy bajo, JJ ya no era el mismo de antes, había perdido el deseo de vivir. El lunes 26 de febrero de 1978 grabó el programa ‘La vida de las canciones’ en Radio Cristal con libreto de su esposa la periodista venezolana

Su amor propio estaba en un punto muy bajo, JJ ya no era el mismo de antes, había perdido el deseo de vivir. El lunes 26 de febrero de 1978 grabó el programa ‘La vida de las canciones’ en Radio Cristal con libreto de su esposa la periodista venezolana Nancy Arroyo, pero la tarde del día jueves 28 se puso mal de salud, un agudo dolor se le clavó en el vientre, a la altura de la vesícula biliar. Según se dijo después, parece que también sufría de tuberculosis lo que jamás fue comprobado y en cuanto al hígado, según palabras del Dr. Domínguez, estaba blando, es decir, en buenas condiciones.

El jueves 28 de enero fue internado en la habitación No. 4 del primer piso de la Clínica Domínguez, situada en la esquina de las calles Primero de Mayo y Machala, porque su propietario, el Dr. Bristol Domínguez, es de la religión evangélica y por tanto hermanito de Nancy, de manera que sin acordar precio lo operó el domingo 3 de febrero de la vesícula biliar, encontró que tenía tres piedras. Antes había concurrido en varias ocasiones por problemas de cólicos. Salió bien de la intervención, pero como estaba con sonda no podía hablar y se comunicaba por escrito, que le apagaran la luz, que cerraran la puerta, etc.

Sus allegados lo visitaban, entre ellos las cantantes Fresia Saavedra y su hija Hilda Murillo. Al ver a Fresia le dijo: “Madrinita, regáleme una pitadita de cigarrillo”, pero fue respondido “¿Estás loco? ¿Cómo me vas a pedir eso? Componte primero y después fumas”.

Patricia y Bristol Domínguez, estudiantes de Medicina, hijos del doctor que le operó, han declarado que una noche, durante el posoperatorio, en un rapto de desesperación JJ se arrancó las sondas que drenaban los líquidos ácidos a través de las heridas. Esta acción casi suicida lo habría puesto al borde de la muerte con una peritonitis biliar y aunque los médicos trataron de superar el daño mediante una segunda intervención no pudieron. Una junta de facultativos formada por Roberto Gilbert, Edgard Moyano, Avelino Arteaga y Carlos Morán Vera trató de salvarlo, pero era muy tarde.

La noticia de su gravedad había circulado durante los días de carnaval en la ciudad y el país y sus canciones se transmitían incesantemente por las radios. JJ seguía en su entero juicio y libre de dolores por los sedantes que le administraban, al punto que alcanzó a pedir por escrito, pues estaba entubado, que le permitieran escuchar sus canciones y cuando las oía por la radio rompía a llorar.

El jueves 9 de febrero a las 20:15, al décimo día de su internamiento y bajo los cuidados del Dr. Armando Briz, yerno de Rosalino Quintero, tras conversar con su esposa y con un interno entró en sopor, le sobrevino un paro cardíaco y dejó de respirar sin señales de agonía mientras caía sobre la ciudad una tenue llovizna. En eso entró a la pieza el Dr. Domínguez y notó que acababa de fallecer. Tenía solamente cuarenta y dos años de edad y sus amigos lo iban a trasladar al hospital del IESS mientras reunían el dinero para llevarlo a una clínica de los Estados Unidos, conforme quería Nancy pues estaba en la más absoluta pobreza. Pronto el edificio donde funcionaba la clínica fue cercado por una gran cantidad de público ansioso por conocer los detalles de la muerte.

Su amigo Carlos Armando Romero Rodas inició una maratónica transmisión con canciones y datos de su agitada vida, así como los detalles de lo que estaba ocurriendo con las multitudes reunidas para darle el último adiós.

Había manifestado su deseo de que lo enterraran en la intimidad y su viuda tenía preparado el sepelio para el día siguiente viernes 10 de febrero, así lo expresó en el Parte Mortuorio aparecido ese día. Pero tan grande fue el impacto ocasionado por la noticia que primero se veló en el auditorio de Radio Cristal, luego lo pasaron al Salón de Honor de la Municipalidad, pero como todo local resultaba estrecho fue llevado al Coliseo Cerrado donde miles de personas lo fueron a acompañar, algunos se despedían varias veces del ídolo y surgieron casos de histeria, mujeres que lloraban, se desmayaban, gritaban, caían al suelo sin sentido. Nunca se había visto tantas personas en un sepelio.

“La gente se volvió loca, lloraba por su ídolo, quería verlo, despedirse de él, hacían largas colas para mirarlo por última vez y hasta vino gente de todo el Ecuador.”