Las artistas cautivaron al público que aplaudió de principio a fin cada intervención.

Tres jilgueros para enamorar

Lorena Tinoco, Astrid Achi y Mariel Córdoba ofrecieron un concierto de altura en el anexo del Tenis Club.

La noche del jueves, el salón del piso superior del anexo del Tenis Club (Samborondón) lució lleno pasada las 21:00. Personas en su mayoría entre 50 y 70 años disfrutaron desde sus mesas de un concierto de altura (3 voces, 3 artistas) en la que el sonido fue impecable.

La primera en aparecer sobre el escenario fue Lorena Tinoco quien con su envolvente voz, romántica y temperamental, enamoró de entrada con canciones de grata recordación como Quererte a ti, El aprendiz y Brindaremos por ti, popularizada por Massiel en los años 80.

Mariel Córdoba con su fuerte rango vocal y rico en matices tomó la posta y mantuvo el hechizo en la audiencia que sucumbió a su encanto con sus esperados tangos: El día que me quieras, Volver, Uno, Tarde y Rondando tu esquina.

Astrid Achi hizo gala de su voz de soprano con Granada, pero como un camaleón se adaptó con total naturalidad a esos valses peruanos que llegan al corazón y entre palmas y pasos repicados rindió un justo homenaje a la música criolla del vecino país con Regresa, Amarraditos y Ódiame.

Cuando pensábamos que esa consabida frase ‘de lo bueno poco’ era el concepto del espectáculo, estábamos equivocados, la historiadora Jenny Estrada presentó la segunda parte (tenía que haber más), y enfatizó que el concierto que inició en el museo de la música popular Julio Jaramillo no solo debía ser replicado en el Tenis Club sino en todo Ecuador.

Suficiente motivación para ver ahora nuevamente a Tinoco, Córdoba y Achi, esta vez como tres ángeles, vestidas de blanco.

Un bolero, Perdón, fue solo el comienzo para deleitarnos posteriormente con pasillos que ganaron el protagonismo con Invernal, Romance de mi destino y Anhelos. Para aumentar la temperatura no podía faltar un homenaje al Ruiseñor de América con sus infaltables clásicos Guayaquileña, Cinco centavitos, Nuestro juramento y otras más.

Un valse, La flor de la canela, aquel himno inmortal de Chabuca Granda, que con el acompañamiento musical de Alejandro Cañote, Luis Izurieta, Omar Domínguez, Luis Gonzales y Oleg Kudhowiack haría resucitar a la misma cantautora de Cotabambas arrancó más emociones y suspiros. En definitiva, un show que se aplaudió de pie, digno de replicar como diría Jenny Estrada, pero no solo en Ecuador sino en el mundo entero.