Tragedias viales

No hay feriado a lo largo de todo el año en el que no se derrame la sangre sobre las vías en accidentes que cobran la vida de decenas de personas.

Una de las últimas tragedias ha dejado doce fallecidos y casi treinta heridos cuando un transporte de servicio público se accidentó y su conductor, como casi siempre ocurre, se dio a la fuga. En ese transporte viajaban los aficionados de Barcelona. Iban cantando, sintiendo la alegría del descanso, sin presumir que pronto la muerte acecharía y causaría un accidente de tránsito de muy graves consecuencias.

Ocurre casi siempre por la desidia del control, por la irresponsabilidad de los conductores, por fallas serias en el vehículo. Pero a pesar de ser notables esas deficiencias, de no contar con los respectivos permisos de operación, ese transporte salió a la carretera y dejó sobre la vía doce personas fallecidas.

¿Hasta cuándo se tolerará esta especie de vendimia de la muerte? Peor aún, los conductores se oponen a que se haga una evaluación de sus capacidades, como si fuesen seres privilegiados a los que no alcanza la ley.

Hay 16.000 licencias de conducir fraudulentas y seguramente se hallan en manos de incompetentes conductores, cuya impericia e irresponsabilidad son las causas principales de los trágicos acontecimientos que riegan de sangre las vías de todo el país. En centenares de kilómetros de carreteras no se ve ni la sombra de un vigilante y es hora de que se tome con valor y responsabilidad la tarea de evaluar a los conductores profesionales, aunque su fuerza en contra de la ley pueda causar problemas a los gobiernos y ocasionar paros y protestas, que deben ser controlados con el uso adecuado de las disposiciones legales. De otro modo, estos funestos sucesos seguirán ensangrentando al país.

A tal extremo se ha llegado con los accidentes de tránsito que se han convertido en una de las principales causas de muerte de los ecuatorianos, tanto o más que enfermedades catastróficas como el cáncer o los males cardiovasculares.

Mucho tienen que ver en estos hechos la desidia en el control o el temor de producir protestas que deben ser superadas y adecuadamente manejadas.