El terrorista global

En la comunidad internacional se (re)confirma, una vez más, la desconfianza al gobierno de EE.UU. en lo relacionado al cumplimiento de acuerdos históricos, ya que atenta al principio básico del Derecho Internacional de “Pacta Sum Servanda” (los pactos son sagrados), lo acaecido el 6 de diciembre cuando el presidente Trump, con la oposición casi total de los líderes mundiales y sus Estados, ha declarado su reconocimiento público y oficial como capital de Israel a la milenaria y disputada ciudad de Jerusalén, donde se localizan lugares sagrados para las tres grandes religiones monoteístas del mundo, a la que NN.UU. hace 70 años otorgó un status especial, incumplido hasta ahora por intereses geopolíticos. Además, este grave incidente internacional nos permite, a su vez, destacar cómo este mandatario incurre en situaciones que desde la década de los 80 vienen esgrimiendo y elaborando, desde el Departamento de Estado y el Pentágono, del terrorismo como el nuevo azote mundial. Pero como sostiene el pensador y lingüista Noam Chomsky, sin saber bien qué es o quién es quién por las flagrantes contradicciones e ilegalidades en que EE.UU. ha incurrido como gendarme global, particularmente después del 11-S, para justificar intervenciones militares, invasión a Irak o Afganistán, o clandestinas, como los asesinatos selectivos (ejecuciones extrajudiciales) por drones ordenados por el expresidente Obama. Ahora, Trump provoca un nuevo estallido de violencia en Medio Oriente, inclusive una nueva Intifada, que atenta contra la frágil estabilidad en la región y el mundo. La pregunta central es por qué se ha producido esta irresponsable declaración por parte del populista Trump: 1.- De las varias promesas hechas a su electorado neoconservador durante la campaña es la primera cumplida en un año en el poder, lo que ha hecho que descienda estrepitosamente en su popularidad con miras a una reelección. 2.- La necesidad de un logro internacional para el gobierno de Netanyahu que vive acosado por los escándalos internos de corrupción, su escasa proyección mundial y, por ende, el descrédito creciente de Israel.