Disturbios. Los manifestantes antigobierno se enfrentaron a los policías antidisturbios durante una protesta contra el límite del gasto público.

Temer, del intento de salvar a Brasil a salvarse a si mismo

Entre escándalos de corrupción, gases lacrimógenos en las calles y disturbios en el Congreso, las cosas pintan feas para el presidente brasileño Michel Temer en su intento por dar la vuelta a la economía más grande de América Latina.

Entre escándalos de corrupción, gases lacrimógenos en las calles y disturbios en el Congreso, las cosas pintan feas para el presidente brasileño Michel Temer en su intento por dar la vuelta a la economía más grande de América Latina.

Su gobierno aplaudió el martes que el Senado aprobara el congelamiento del gasto público durante 20 años, una medida sin precedentes y la primera de su paquete de austeridad.

“Esta fue una medida histórica”, dijo el ministro de Finanzas Henrique Meirelles, elegido por Temer para sacar a Brasil de su peor recesión en décadas.

Pero el mandatario, que tomó el poder este agosto después de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, tiene pocos motivos para celebrar.

La segunda parte de su paquete de austeridad, que prevé aumentar la edad mínima de jubilación, enfrenta una acogida bastante más hostil en el Congreso, mientras las protestas callejeras se vuelven cada vez más acaloradas.

Sobre el gobierno de Temer, incluyendo el mismo presidente, pesa además el espectro de una corrupción en constante expansión centrada en la petrolera Petrobras, que provoca el pánico de la élite brasileña.

“Cuando asumió como presidente interino, Michel Temer anunció un gobierno de “salvación nacional”, escribió ayer el columnista del diario Folha, Bernardo Mello Franco. “Siete meses más tarde, su administración parece reducida a ‘sálvate a ti mismo si puedes’”.

Temer, un veterano de centro-derecha que fue su vicepresidente en una coalición incómoda, automáticamente tomó las riendas para agotar el mandato hasta 2018.

Pero, lejos de seguir la estela, Temer instaló un nuevo gobierno y se embarcó en un cambio radical girando la página a más de una década de políticas de izquierda.

Pero a Temer le falta la legitimidad política que da ganar unas elecciones y rápidamente se volvió casi tan impopular como Rousseff, con solo 10 % de la población diciendo que su gobierno hace un buen trabajo.

La intensidad de las protestas populares están creciendo. Si bien están lejos de ser como las mareas que pedían la destitución de Rousseff, los manifestantes anti-Temer se destacaron estas últimas semanas por enfrentamientos violentos con la policía.

El mes pasado, los legisladores de izquierda presentaron una solicitud para pedir la destitución de Temer.

Michael Mohallem, un profesor de Derecho y experto político en la fundación Getulio Vargas, dijo que Temer todavía no está cerca de caer. “Pero mientras el ambiente se vuelve más complejo, su situación se vuelve más frágil”, apuntó.

El núcleo de los problemas de Temer es el gigantesco escándalo de corrupción de Petrobras, que se está llevando por delante a gran parte del Congreso y del gobierno.

La agresiva investigación, denominada Operación Lava Jato, ya derribó a varios miembros del gabinete de Temer.

El consejero cercano del presidente, Jose Yunes, fue el último en caer luego de estar implicado en la investigación. Los medios brasileños reportaron que el jefe de las inversiones de infraestructura, Wellington Moreira Franco, también estaba a punto de dimitir.