El comercio. Una veintena de negocios de atuendos y productos con los colores celeste y blanco han registrado un bajón en las ventas. Mauricio Rosemberg se siente perjudicado.

La suspension de festejos deja perdidas en todos los sectores

Circos, parques de diversiones y ferias no tienen público. La venta de trajes típicos y banderines se estanca. Hoteles y sitios de eventos pierden reservas.

Ya no tiene el entusiasmo de hace dos semanas cuando empezó a confeccionar 15 docenas de vestuarios celestes y blancos para los desfiles y pregones, que pensaba vender antes del 9 de octubre. La mirada cabizbaja y triste de Mauricio Rosemberg revela que sus expectativas no han sido satisfechas.

Él es vendedor de uno de los tantos locales ubicados entre las calles Seis de Marzo, Lorenzo de Garaycoa, 10 de Agosto y Sucre, en el centro de la ciudad, que durante los primeros días de octubre reciben a cientos de padres que buscan algún traje típico que lucen los estudiantes en las actividades que desarrollan las entidades educativas para rendir homenaje a Guayaquil.

“El paro de los transportistas, la suspensión de clases y de todas las actividades programadas por las fiestas octubrinas dañaron el negocio y lo programado”, lamenta Rosemberg, de 45 años, al mostrar la mercadería, casi intacta, en la que invirtió cerca de $ 4.000 y de cuya venta pensaba obtener cerca de $ 2.000 en ganancias.

El comerciante no solo vende atuendos guayaquileños, también expende banderines celeste y blanco, sombreros, guayaberas, cintas de Criolla Bonita y Estrellita de Octubre; así como trajes de otras regiones del país que se utilizan para celebrar el Día de la Interculturalidad, antes llamado Día de la Raza.

“Desde el jueves hasta hoy (ayer) solo he vendido dos vestidos. En esta misma época, en años anteriores, he ofertado el 90 % de la mercadería”, indica el comerciante, quien tuvo que prescindir de un ayudante al que había contratado por horas para que supervise las ventas, que finalmente no se han dado.

La suspensión de la agenda con que Guayaquil iba a celebrar un año más de independencia no solo afecta a este grupo. Pérdidas similares están afrontando, por ejemplo, los propietarios de los circos que llegaron a finales de septiembre para ofrecer su espectáculo en estos días.

El estado de excepción decretado el jueves pasado por el presidente de la República, Lenín Moreno, originó que se suspendan los eventos masivos hasta el viernes, lo que incluyó a estos espacios que recién el fin de semana pudieron abrir sus puertas, pero ante poco público.

Juan Carlos Demera, dueño del circo Súper Chuchín, ubicado en el parque La Paz, de la ciudadela Huancavilca, en el sur de la urbe, cuenta que tenía previsto abrir el jueves 3 de octubre, pero lo tuvo que postergar para el sábado 5. Y solo veinte personas llegaron a admirar a los trapecistas y al dinosaurio eléctrico que es una de sus atracciones.

Los cirqueros llegaron desde la ciudad de Vinces, provincia de Los Ríos, con la esperanza de obtener una ganancia de $ 3.000 diarios. “Ni siquiera he podido recuperar los $ 1.000 que invertí en el traslado. Tampoco he podido pagarle al personal”, asegura Demera, quien esperará hasta el próximo domingo para ver si la situación mejora. En caso contrario, abandonará la ciudad, a pesar de que el alquiler del terreno fue pactado hasta el 27 de octubre.

“Hice un préstamo que esperaba recuperar. No abrir el circo también afecta a las veinte personas que trabajan con nosotros”, cuenta entristecido.

En el parque Samanes, en el norte de la ciudad, está el tradicional parque de diversiones Play Land Park, que también se ha visto sin público. “En un día normal llegan más de 1.500 personas. En estos días no hemos abarcado ni la cuarta parte”, manifestó un trabajador que les daba mantenimiento a los juegos.

La afectación incluye también al sector formal. Los hoteleros reportan la cancelación de reservas para estos días y la Feria del Mueble de Cuenca, ubicada en el Palacio de Cristal, hasta ahora no abre sus puertas.

Incluso, el Municipio de Guayaquil, que invirtió en carrozas para los desfiles, en un espectáculo de luces y artistas para los conciertos. Y de paso, pierden los vendedores informales que esperaban a los asistentes.