Sociedad: ponte de pie y exige

Es desconcertante conocer que en el Ecuador se suscitan acontecimientos que escandalizan y ponen los pelos de punta, pero que cuando se llega a conocerlos se descubre que no son aislados sino que constituyen verdaderos “icebergs”. No esperemos que sean las autoridades las que tomen a cargo esta situación porque resulta que muchas de ellas son cómplices o encubridoras. Lo que ha sucedido en relación con los abusos y acosos sexuales ejercidos sobre miles de niños y niñas del país por parte de sus profesores, no puede quedar en la simple denuncia. Que no se pretenda tapar este escandaloso asunto con otros relajos morales que vive el país. Son los propios padres de familia de los niños afectados quienes luego de haber perdido el miedo que impuso por conveniencia el correísmo, hicieron conocer al Ecuador las horrorosas tragedias que les ha tocado vivir. Como consecuencia de la pérdida del miedo se ha evidenciado que desde el ministro de Educación de turno, hasta los directores provinciales, los rectores y rectoras de los establecimientos secundarios ocultaron la realidad y no denunciaron al Ministerio Público, como era de su obligación. Si se dice que vivimos en un Estado de derecho no hay que hacer mayor análisis para establecer que todas las autoridades educacionales, partiendo del ministro hacia abajo, son responsables políticamente por omisión al no haber intervenido oportunamente para que se sancione a quienes a título de maestros cometieron delitos execrables. Nuestra sociedad debe exigir que la Asamblea Nacional deje el compromiso político a un lado para dar paso al juzgamiento en su seno de los funcionarios por cuya negligencia, compromisos o por cualquier otro motivo ocultaron tan abominables conductas, y para que de aquí en adelante se nombren profesores luego de hacerles análisis severos de carácter psicológico, así como también para que no se designen a autoridades educacionales a dedo, o que se les encargue la dirección de los establecimientos a personas que no reúnen capacidad moral, ni ética, ni profesional, como ha venido sucediendo por desgracia en nuestro país.