H ace menos de dos años el señor Correa, aduciendo que se preocupa de la salud del pueblo, elevó impuestos al cigarrillo, bebidas alcohólicas y gaseosas, pues de esa forma se desestimularía el consumo de estos productos; objetivo que obviamente no se cumplió ni se cumplirá. Vacías como están las arcas fiscales por el derroche de los ingresos, en su última sabatina ya amenazó con incrementar otra vez los tales impuestos, esta vez sin dar ninguna explicación; solo dijo que su meta es obtener 300 millones anuales.

Como ciudadano de a pie, sin ser consumidor de esos bienes, expreso mi desacuerdo con la intención del mandatario, pues con los momentos críticos, no está para aguantar ni un centavo más de impuestos. Irónicamente, es el pobre quien será más afectado.

¿Qué difícil es para el presidente reconocer que el gasto público tiene un alto porcentaje de inutilidad, como para reducirlos y mejorar su liquidez fiscal? ¿Sería posible vender uno de los aviones que tiene a su disposición y todos los bienes que fueron incautados, cuyo funcionamiento genera pérdidas? ¿Quién da cuenta de los bienes inmuebles a cargo de un ente burocrático creado exclusivamente para administrarlos? ¿Por qué no se venden estos bienes inmuebles? ¿Sería posible que el gobierno tenga la voluntad para que las vacaciones de los empleados del sector público no sean de 30 días sino de quince, como el resto de los trabajadores gozan?