Sed de verdad

Varios días atrás, en una prestigiosa radio de la ciudad escuchaba al excanciller Ricardo Patiño referirse en contra de la consulta popular impulsada por el presidente Lenín Moreno; así como también, a estar en desacuerdo con el nombramiento de la vicepresidenta interina, María Alejandra Vicuña. El excanciller argumentaba que se estaba rompiendo la institucionalidad y violando los derechos del vicepresidente Jorge Glas, quien está, momentáneamente, detenido en la cárcel 4.

Tales declaraciones llamaron mi atención porque me parecía increíble que las diese quien fue el hombre duro del correato, pues desempeñó varios cargos en el gobierno de Rafael Correa, gobierno que con su sistema represor rompió, literalmente a patadas -con la ayuda y colaboración del movimiento Alfaro Vive Carajo y de la UNE-, la institucionalidad del ex Congreso Nacional, propiciando lo que se denominó los diputados de los manteles; así como también rompió la institucionalidad del Tribunal Electoral, de la Corte Constitucional, de la Fiscalía, etc.

Hoy que el presidente Moreno está utilizando medios legales y jurídicos, de la mano del pueblo, el excanciller reclama la institucionalidad y los "derechos” de quienes están llamados a rendir cuentas por haber sido, directa o indirectamente, responsables por acción u omisión, de la debacle económica y moral del país y de la sociedad. Como diría el hombre de a pie: ahora que están bebiendo de su propia medicina, repudian la receta.

Indiscutiblemente, perder las prebendas que les permitieron ser los amos y señores del Ecuador durante diez años debe ser duro, por lo tanto, podría ser comprensible, pero jamás justificable, el hecho de que sigan esperando que la justicia no los alcance y peor aún, que continúen pretendiendo que ellos están eximidos de rendir cuentas o de dar explicaciones.

El Ecuador está encaminado a recuperar la institucionalidad y ese camino no tiene marcha atrás.

A reclamar derechos, señores, luego de que rindan cuentas ante las autoridades competentes y ante el pueblo, que está cansado del cinismo y sediento de verdad.