La reeleccion indefinida

El propósito de la pregunta que plantea la derogatoria de la reelección indefinida no es que el señor Correa no vuelva a ser presidente de la República, pues con toda seguridad, luego del descubrimiento de la corrupción generalizada en sus gobiernos es muy difícil que alguien se atreva a plantear su candidatura presidencial. Se busca instaurar definitivamente en el país un sistema mediante el cual jamás vuelva a asomar la diabólica presencia del autoritarismo, el fraude electoral y la prepotencia. A estas alturas de la civilización democrática en el Ecuador hay que afianzar un sistema que garantice la alternabilidad republicana. Estuvimos los últimos diez años con un caudillismo siniestro, que combinó autoritarismo y corrupción, y esto no puede repetirse. Correa estaría impedido de ser candidato presidencial por ley, pero ya lo está por disposición de la moral pública. No se puede permitir que un sujeto, por prestigioso y valioso que sea, pueda reelegirse desde el poder, porque las mañas que se ejercitan para una reelección corrompen grandemente el sistema democrático, hablando de política y de dineros públicos que se roban a sabiendas de que la impunidad está garantizada por la permanencia de un gobierno durante largos años. Ha transcurrido una década que para felicidad del país se acabó y creemos que para siempre, porque un partido oficial convertido en pandilla no tendrá asidero en la voluntad del pueblo ecuatoriano. Que no se diga que esta pregunta de la consulta popular está dedicada a Correa. Ya antes, en la Constitución del 98, se prohibía la reelección y no pudieron volver a ser gobernantes ni Hurtado, ni Febres-Cordero, ni Borja, ni Durán Ballén. En sus gobiernos hubo hechos de corrupción, pero ni de lejos tan graves, tan cínicos, como los cometidos durante el régimen de Alianza PAIS, con corrupción impune. Tras los cuatro años de gobierno de Moreno, que ojalá sea eficaz y progresista, vendrán las elecciones, y él solo será el expresidente de la República. Y no intentará retomar el poder, como lo ha hecho perversa y cínicamente aquel a quien convirtieron en caudillo sin contrapesos democráticos -todos los organismos de la República estaban en sus manos-. Los partidos políticos deben organizarse suficientemente y acentuar sus niveles de moralidad y observación de las normas éticas, porque estamos empezando a vivir una nueva era, que debe estar marcada por la ética y por el respeto a las leyes y al derecho.