Razon y revolucion
Fue un lugar común para los filósofos de la liberación y pensadores latinoamericanos de izquierda del siglo pasado que la razón debía anunciar a la revolución que estaba por venir. En vez de ser legitimadora del orden existente, a todas luces injusto, y por tanto irracional, su tarea era anunciar el nuevo paradigma. Hegel, a raíz del prólogo a Los fundamentos de la Filosofía del Derecho, donde señalaba que la filosofía era como “el búho de Minerva que solo vuela al oscurecer” y que por tanto no anuncia novedades, fue condenado por ser un filósofo justificador del viejo orden. Folclóricos, con mucha dosis de ingenuidad y un poco de postal con sabor a canción criolla, dichos filósofos proclamaron que el signo de los nuevos tiempos revolucionarios por venir, eran pájaros que como la Calandria cantan al amanecer. Sin embargo, no faltó algún desconocedor de la tradición filosófica que asignó este papel mesiánico al gallo. Como se recuerda, el gallo tiene un papel enigmático pero nada inaugural ni festivo en la muerte de Sócrates. El filósofo agonizante pide que devuelvan a Asclepio el gallo que se le debe.
Para Hegel, las sociedades modernas eran conflictivas. Lo siguen siendo. Pero el conflicto residía, según su visión, en la fragmentación de los grupos e intereses sociales. Fragmentación que obedecía paradójicamente al desarrollo de dichas sociedades, a su autonomía que habría que leer como secularización, sin ningún lazo común como la religión o la tradición. La tarea de la razón entonces era llegar a consensos y encontrar nuevas síntesis en búsqueda de la unidad en la diversidad.
Nuestro problema es encontrar también la unidad en la diversidad y establecer consensos que permitan ir adelante y no la radicalización de los disensos, para decirlo de una manera aséptica.
Hay una lección histórica reciente para los latinoamericanos para no insistir nunca más en valorar a los conflictos como clave del cambio social, ya que estos fueron utilizados por los regímenes populistas de la región para escribir una de las páginas más oscuras de corrupción y de mediocridad.