Cuando la protesta se presta para la violencia

En toda democracia la protesta es legítima; un medio idóneo para expresar un sentimiento de inconformismo frente a cualquier proceder público. Es la ocasión para que las autoridades estudien medidas rectificatorias, y si es el caso, apliquen una corrección. Pero las protestas que se vienen dando en Carchi se convierten en episodios bochornosos en donde se obliga a la gente a determinados procederes, a atentar contra bienes públicos y privados, y a ir al extremo de cometer actos vandálicos, generando un estado de cosas inadmisible dentro de cualquier sociedad, que produce daños irreparables a la economía en general y a vastos sectores de la población.

La situación económica del país se vuelve cada vez más crítica y no muestra visos de mejorar; el panorama político nacional ha venido deteriorándose lentamente en los últimos años debido a la corrupción sistémica que se dio en la última década, lo cual no justifica que la radicalización y efervescencia sean atizadas por la actitud de algunos dirigentes y autoridades llamando a una desobediencia civil agresiva, como bloquear carreteras, interrumpir el tráfico de vehículos y provocar desabastecimientos de alimentos al interrumpir la circulación, lo que obliga a las autoridades a intervenir para imponer orden y el derecho a circular libremente.

Ojalá haya una pronta salida a la encrucijada política que vive Carchi. El pronóstico es reservado. Mientras se promueva el caos y la división entre hermanos, iremos al desastre; veremos más violencia, hambre, desempleo, escasez y pobreza.

Mario Vargas Ochoa